martes, 25 de marzo de 2025

La vida sigue igual (1969)


 A Vicente Coello se le deben los guiones de películas que han marcado el cine español durante el franquismo, quizá la más popular (y seguro que la más hilarante) sea Atraco a las tres (José María Forqué, 1963). En su filmografía cuenta con el guion de El expreso de Andalucía (Francisco Rovira-Beleta, 1956), con un buen número de películas al servicio de Paco Martínez Soria, con sus colaboraciones con Forqué y con un tríptico, por llamarlo de algún modo, a mayor gloria de las estrellas de la canción que lo protagonizan. Estas tres películas, también una cuarta con Carroll Baker, le asociaron con Eugenio Martín, un cineasta de los que suelen llamarse “todoterreno” porque era capaz de adentrarse en terrenos tan pantanosos como la comedia y el (melo)drama musical y salir, si no indemne de la sobredosis de miel, peloteo y conformismo que proponen, menos lastimado de lo que podría esperarse de una experiencia cinematográfica que, en realidad, solo puede entenderse como producto comercial que aprovecha y sufre la popularidad de la estrella de la canción de turno. Su aportación a este tipo de cine, al que también contribuyeron Mario Camus, Pedro Olea o Javier Aguirre, fueron las que dirigió para Rocío Dúrcal en Las Leandras (1969), Julio Iglesias en La vida sigue igual (1969) y Lola Flores en Una señora estupenda (1970), títulos que no son significativos a lo hora de valorar la capacidad de este cineasta granadino asiduo del western y del cine de suspense y terror, a quien no pocos admiran por películas como Hipnosis (1962), El precio de un hombre (1966), Pánico en el transiberiano (1972) o Una vela para el diablo (1973)… películas que, aunque más logradas y osadas que sus musicales, me dejan indiferente…



En su loa biográfica sobre Julio Iglesias, Martín hace una película de superación con el cantante enfrentado al trauma que significa ver su futuro futbolístico truncado por un accidente automovilístico precipitado por su imprudencia al volante; pero aquello ya era pasado, pues, cuando Eugenio Martín, Vicente Coello, Miguel Rubio y Leonardo Martín trabajan en el guion de La vida sigue igual, Julio Iglesias venía de ganar el festival de Benidorm en 1968 y apuntaba alto; tanto que se iniciaba su proyección internacional y se producía su entrada en el cine. Cantante melódico que presume cantar a la vida y al amor, pero que canta sensiblería y el seguir siempre igual, que es lo que más vende en una sociedad conformista y de consumo que se rinde a él, había empezado su carrera musical por accidente, nunca mejor dicho y ese percance es el detonante de la historia de superación que se ve en la pantalla, una historia a mayor gloria del divo, pero que nada nuevo aporta al (melo)drama ni a la biografía cinematográfica. En realidad, la propuesta de Eugenio Martín queda como la curiosidad de ver a Julio Iglesias en la gran pantalla y descubrir que no es un actor, como sí demostraron serlo otras estrellas musicales; ahora mismo me vienen a la mente Frank Sinatra e Yves Montand, pero, como estos, es innegable que se trata de un icono de la canción…




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