sábado, 29 de marzo de 2025

Carmen la de Triana (1938)

Por lo general, no conecto con el cine musical, solo de pensar en El vals del emperador (The Emperor Waltz, Billy Wilder, 1948), que ni siquiera considero un musical propiamente dicho, sino una intención de opereta en plan homenaje al gran Ernst Lubitsch, fallecido en 1947, me sonrojo al ver a Bing Crosby vestido de tirolés (o como la fantasía hollywoodiense supone con ropa al habitante del Tirol) y le digo al no menos magistral Wilder que esta vez no. Con la excepción de Embrujo (Carlos Serrano de Osma, 1946), que dista de poder clasificarse dentro de cualquier género, tampoco simpatizo con el llamado cine “folclórico español”, que siempre tiende al estereotipo andaluz. Ambos casos, sencillamente, me sacan de las historias que cuentan, cantan e incluso bailan. Reconozco que hay espléndidas salvedades musicales producidas en Hollywood, como puedan serlo las comedias de Lubitsch con Jeannette McDonald y Maurice Chevalier dando la nota, un film pionero como Aplauso (Aplause, Rouben Mamoulian, 1929), Vampiresas (Gold Diggers, Mervyn LeRoy, 1933) y La calle 42 (42nd Street, Lloyd Bacon, 1933), ambas con coreografías de Busby Berkely, Sombrero de copa (Top Hat, Mark Sandrich, 1935) y otras del mismo equipo (Sandrich, Fred Astaire, Ginger Rogers…), Cantando bajo la lluvia (Singin’ in the Rain, Stanley Donen y Gene Kelly, 1952) o La leyenda de la ciudad sin nombre (Paint Your Wagon, Joshua Logan, 1969), por aquello de ver a dos duros como Lee Marvin y Clint Eastwood perdidos en un oeste musical que tiene su aquel; pero esta excepcionalidad no resulta el caso del folclorismo cinematográfico propuesto por Florián Rey en su Carmen la de Triana (1938) —más lograda y simpática considero su Morena clara (1936)—, un musical hispano-alemán que toma de la ya estereotipada novela de Prosper Mérimée para lucimiento de la estrella Imperio Argentina, que también sería la actriz principal de la versión alemana rodada por Herbert Maisch: Andalussische Nächte (1938).

¿Recuerdan La niña de mis ojos (Fernando Trueba, 1998)? Tampoco hace falta, solo refrescar que el rodaje de Carmen la de Triana fue la inspiración para que Trueba, en clave de caricatura tragicómica, recrease en su película la estancia de un equipo cinematográfico español en la Alemania nazi, a donde llegan para rodar la doble versión, alemana y española, de la película protagonizada por la estrella folclórica a la que da vida Penélope Cruz, cuyo personaje parece inspirarse en la propia Imperio Argentina; o en la idea que se hace de ella en aquel momento de la historia, pues el rodaje de Carmen la de Triana no deja de formar parte de la historia, de un momento de tensión y de auge de totalitarismos, de criminalidad, como constatan las ejecuciones masivas en ambos bandos durante la guerra civil española, la gran purga estalinista en la Unión Soviética o “la noche de los cristales rotos” en la Alemania en la que aterrizan Florián Rey e Imperio Argentina. Respecto a esto último, recordaba Rafael Azcona, en una entrevista para la revista Nosferatu, que <<Lo que nos contó Imperio Argentina, guapísima y encantadora, fue que Hitler se había prendado de ella viendo Nobleza baturra (Florián Rey, 1935), que vio varias veces, y que en Alemania la colmaron de atenciones; si no le pusieron una alfombra desde la estación al hotel debió faltarle poco. Pero de lo sucedido la jodida noche de los cristales rotos no sabía nada; lógico, debió de vivir en una campana de cristal, del hotel a los estudios y de los estudios al hotel. En cualquier caso, Imperio, que en ningún momento supuso y dijo que La niña de tus ojos estaba basada en sus experiencias berlinesas, no insistió luego, posiblemente porque vio el film.>> La película se realizó en régimen de coproducción entre la Alemania de Hitler y la zona española franquista, la cual ocupaba parte del territorio español, aunque en su superficie todavía no contaba con las grandes ciudades (Barcelona y Madrid) y, por consiguiente, carecía de estudios cinematográficos para llevar a cabo proyectos de esta índole. Pero tampoco parecía importar tanto hacer de un estudio alemán Andalucía, pues, como tituló King Vidor sus memorias, “un árbol es un árbol” y el cine es un medio capaz de recrear Triana, Sevilla y la serranía en un cartón piedra alemán o en uno hollywoodiense —que sería el caso de la versión de la novela llevada a la pantalla por Charles Vidor con Rita Hayworth y Glenn Ford de pareja protagonista— sin que por el cambio geográfico trastoque el tópico, en este caso el “tipical Spanish” que diría un angloparlante de lo andaluz decimonónico, un estereotipo del bandolerismo, de la gitana cantante, “salvaje” y seductora, del romance, del melodrama…



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