Que Carlos Serrano de Osma era un cineasta particular, osado para su tiempo, queda reflejado en su inclasificable (y rupturista) contribución al cine español de la década de 1940 y 1950. Su intención de ruptura se encuentra en cada una de sus películas, puesto que <<una a una, son pura experimentación. En cada una me planteaba unas metas, empezando, en las primeras, por el conocimiento de la expresión de la imagen; quería conocer cuánto se puede hacer con la cámara>>1. Este afán por experimentar aparece en Abel Sánchez (1946), Embrujo (1946) o Parsifal (Daniel Mangrené y Carlos Serrano de Osma, 1951), pero también esa misma intención, el no poder llevarla a cabo, provocó su decisión de abandonar la dirección. Ante el creciente desencanto, y ante la certeza de que era imposible desarrollar su creatividad con entera libertad, decidió cambiar el rumbo de su relación con el cine y ejercer la docencia en el IIEC —donde, entre su alumnado, tuvo en el aula a Bardem y a Berlanga— y posteriormente en la Escuela Oficial de Cinematografía. En su segunda película el realizador aprovechó la popularidad de la pareja formada por Lola Flores y Manolo Caracol para, desde el supuesto folclore que representa el dúo, desarrollar la experimentación que le permitió alcanzar la ensoñación narrativa, lírica y visual que domina en las imágenes de un film que, a raíz de la intervención de los productores, sufrió la alteración de su montaje original para su exhibición comercial.
Con todo, Embrujo difiere del resto de films folclóricos de la época —y de cualquier otro—, porque en realidad no lo es, aunque su responsable no dudó en renegar del montaje final, realizado sin su consentimiento, intromisión que ya apuntaba la imposibilidad común a otros cineastas y a otras cinematografías, la de ser un creador diferente, a contracorriente e independiente, dentro del sistema industrial, aunque este fuera tan precario como el español de entonces. <<Quizá porque el folklore bastardeado no me interesaba, [Embrujo] trató de ser descaradamente experimental, de modo que hasta los mismos intérpretes se manifestaron contra ella, pues Lola Flores llegó a decir que el surrealismo no le iba, ni le venía, ni le gustaba. Ello dio lugar a cambios fundamentales en el montaje, efectuados por los propios productores, cambios que motivaron cartas mías a la prensa, "derecho al pataleo", simplemente, pues en 1947, y en España, toda pretensión de ver al director como autor era totalmente ilusoria>>2. No obstante, el estilo visual de Serrano de Osma se impone en todo momento, en el tono onírico que prevalece en el ascenso al estrellato de Lola, la cantante y bailarina que, en su asociación con Manolo, tiene la oportunidad de triunfar en diversas provincias españolas. La historia de ambos surge de los recuerdos que vuelven a Lola cuando ya en la vejez le rinden un homenaje. En ese instante rememora su juventud, cuando bailaba igual que la joven a quien en el presente narra su relación con Manolo. Pero lo que podría ser una analepsis al uso, da paso a la ensoñación surrealista que aúna los números musicales, el intimismo, la subjetividad de ambos personajes y la relación que ambos mantienen, primero desde la cercanía que implica trabajar juntos y posteriormente desde la distancia que envuelve a Manolo en la oscura y enrarecida atmósfera que comparte con Mentor, personaje interpretado por Fernando Fernán Gómez antes de alcanzar la fama con Botón de ancla (Ramón Torrado, 1947). Mientras el "cantaor" se consume entre penas y alcohol, en un espacio marcado por la subjetividad de la cámara, la joven artista triunfa en el extranjero, donde rememora la figura de aquel Pigmalión a quien rechazó en el pasado, y a quien añora en ese momento triunfal que no apacigua la derrota existencial que experimenta en la lejanía que la separa de quien se convierte en principio y fin de su arte musical, pues su música vive mientras él respira y deja de existir tras el baile que interpreta durante el entierro de aquel que le dio forma.
1.De la entrevista de Pascual Cebollada, publicada en Cine y más, nº 28 y 29, marzo-abril de 1983, y recogida por Julio Pérez Perucha en El cine de Carlos Serrano de Osma. Festival de cine de Valladolid.
2.Carlos Serrano de Osma en Antonio Castro. El cine español en el banquillo. Fernando Torres Editor, Valencia, 1974.
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