Reducir cualquier vida humana y artística a la suma de aciertos y a la resta de errores minimiza y simplifica una existencia mucho más compleja. Además, ¿quién establece la medida del acierto y del error? ¿Qué nos aclara un estudio así? ¿Nos acerca a quién fue? ¿Explica el por qué su obra cobró esa forma, y no otra? Para hacerse una idea aproximada de un individuo se necesita más, mucho más. Se precisa acceder a su pensamiento, y esto es imposible, aunque parte del mismo haya quedado escrito, grabado, musicalizado, esculpido o filmado. Por otro lado, se debe conocer el momento que le toca vivir y comprender cómo afectan los condicionantes de la época en sus decisiones, en sus impresiones y en tantas cuestiones más que a menudo escapan a quienes posteriormente hablamos del sujeto de estudio y que incluso pueden ser inasibles para el propio protagonista o espectador de su historia. Pier Paolo Pasolini fue protagonista de la suya y continúa siendo el desconocido conocido que no ocultó sus ideas, ni desvió su mirada analítica de sus frentes abiertos, ni de sus heridas sangrantes, internas y externas.
Pero si de algo estoy convencido, respecto a Pasolini, es que fue un pensador y un creador sensible, honesto en su compromiso y en su contradicción. Sus reflexiones y sus ideas, su obra literaria (poesía, novela, artículos, ensayos,...) y sus películas son su reflejo, el del intelectual que se posiciona, escribe, habla y filma porque siente la necesidad de expresar su postura, sus reflexiones, sus gustos, fobias, convicciones, dudas y temores. Aunque lo hubiese querido, no habría podido ser de otro modo; más aún, estoy convencido que no quiso ser de otro modo. Esa manera de ser le honraba y, al tiempo, le generó rechazo hasta el final de sus días. En su época, la sinceridad y el compromiso de su postura vital e intelectual frente al presente, que avanzaba en sentido inverso al que él esperaba tras la caída del fascismo, molestaba a quienes se vieron señalados. <<Todos estamos en peligro>>, señaló el poeta.
Escritor, cineasta, poeta, articulista y más, también fue un pensador utópico, un comunista protocristano, una aparente contradicción que no lo fue o, acaso ¿no vio en Jesús al primer comunista de la Historia? Lo cierto es que ni el comunismo ni el cristianismo del autor de Accattone (1961) eran los asumidos por el momento histórico que le tocó vivir. En ambos casos, miraba hacia las raíces, miraba hacia el pasado, hacia el ser humano anterior al boom económico y la globalización, miraba hacia el hombre y la mujer, miraba hacia su interioridad, quizá buscando el equilibrio entre individuo, identidad, cultura y sociedad...
(1) Pier Paolo Pasolini: Escritos corsarios (traducción de Juan Vivanco Gefaell). Ediciones del oriente y del Mediterráneo, Madrid, 2009.
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ResponderEliminarEmocionante texto. Alivia comprobar que aún hay quien todavía profundiza en su figura y su arte sin dejarse quedarse en las meras anécdotas escabrosas del incómodo y odiado genio.
ResponderEliminarEmocionante texto. Alivia comprobar que aún hay quien profundiza en su figura y su arte sin quedarse en las meras anécdotas escabrosas del brillante genio, odiado por valiente y singular.
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