miércoles, 14 de octubre de 2020

Woyzeck (1979)


Las películas que Klaus Kinski protagonizó para Werner Herzog llevan en su título el nombre o el apodo del personaje interpretado por el actor en cada film. Se trata de individuos fuera de lo común, desarraigados, enajenados u obsesionados con una idea. En ocasiones semejan el objeto de estudio del cineasta y en otras su reflejo, y de ninguno puede decirse que sea héroe o antihéroe al uso u otro estereotipo del cine de consumo rápido. Los personajes de Herzog, en particular los interpretados por Kinski, nunca podrían encajar y disfrutar dentro de los márgenes de lo corriente y cotidiano. Los sujetos, los suyos, los que reaparecen en sus ficciones e incluso en documentales como Grizzly Man (2005) suelen ser atípicos, inadaptados, obsesivos, tipos al límite que viven situaciones que los sitúa entre la cordura y la locura, la que suele atribuirse a quienes habitan en los márgenes y dos pasos más allá de la lógica generalIzada. Sus peculiaridades, sus castillos en el aire, los sueños, más que perseguidos, vividos o su imposibilidad de encajar, les hace únicos y dignos de ese estudio apuntado arriba. No se trata de mostrar individuos cuya grandeza pueda cambiar el mundo, puesto que ellos habitan en uno propio, sino intimidades que no han encontrado paz ni equilibrio con cuanto les rodea. Los marginados de Herzog se encuentran entre dos mundos enfrentados: el natural y el civilizado, y Woyzeck es uno de ellos, aunque sea el menos aventurero de todos, pero no por ello es el menos “loco”. Lo descubrimos sometido, vejado por el oficial que vigila que realice los ejercicios físicos, posiblemente parte de un castigo solo justificado por el orden marcial. El rostro de la víctima expresa sufrimiento; sus movimientos remarcan el esfuerzo que el superior pisa simbólica y literalmente cuando presiona con su bota en la espalda de Woyzeck. De ese modo se enfatiza al máximo la humillación, que será la tónica castrense del personaje de Kinski, que igual soporta la superioridad asumida por su capitán como ser el conejillo de Indias del doctor que le indica que solo coma garbanzos.


La historia del soldado Franz Woyzeck tiene su origen en la pieza teatral de Georg Büchner, cuyo éxito precipitó su adaptación operística y una primera versión cinematográfica, realizada por Georg C. Klaren en 1947. La de Herzog se mantuvo fiel a la tragedia escénica, así lo apuntan la teatralidad de los personajes, los diálogos e incluso el uso del espacio, que se reduce a interiores, la vista de la ciudad desde la otra orilla del rio —naturaleza que invita a soñar con la libertad inexistente en el recinto urbano, pero también es donde acaba con Maria (Eva Mattes), el ideal con el que Woyzeck se obsesiona— y un par de calles de la pequeña población donde la humillación, el desengaño y el desequilibrio del protagonista le conducen a la desesperación que desata su locura violenta, con la que mata el sueño por el que ha aguantado hasta entonces.



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