lunes, 5 de octubre de 2020

Aguas oscuras (2019)


Es inevitable, todos somos cómplices de algo. Incluso quienes lo niegan, o quienes no son conscientes de serlo, lo son. Hay diversidad o distintos tipos de complicidad; hay para todos los gustos, dulce o amarga, amistosa, pasional, criminal o hiriente, y Todd Haynes no se atreve a profundizar en varias de las que señala. Al cineasta no le interesa adentrarse por aguas pantanosas y navegar sus corrientes ocultas, sus zonas grises, aunque dicha navegación resultase tan interesante o estimulante como la investigación y lucha que plantea la cara visible de Aguas oscuras (Dark Waters, 2019). Basada en el reportaje de Nathaniel Rich The Lawyer Who Became DuPont’s Worst Nightmare, publicado en The New York Times magazine, Haynes recrea el enfrentamiento desigual y real entre el individuo corriente y la gran corporación de turno. Sus fuerzas litigan en la pantalla por enésima vez, pienso en los anónimos de El dilema (The Insider; Michael Mann, 1999) y Erin Brokovich (Steven Soderbergh, 2000) enfrentados a las tabacaleras y a una poderosa compañía eléctrica. Pero, más interesante que los pasos dados por el protagonista del film de Haynes, me resulta lo apuntado al inicio. El realizador lo muestra en un par de momentos, cuando Tennant (Bill Camp), el denunciante de la contaminación de las aguas que bañan sus tierras, ve que algo ha cambiado en su cotidianidad. Lee el periódico y descubre el por qué. El titular explica que un granjero de la localidad, él, ha demandado al mayor empleador del lugar, una planta química de DuPont. Ese instante apunta insolidaridad ciudadana y falta de conciencia ecológica y social, aunque, en realidad, habla de un tipo de complicidad. En una sociedad de consumo, ¿quién está dispuesto a poner en riesgo su trabajo y su bienestar económico? Nadie quiere perder su empleo, ni su seguridad inmediata, y miran hacia otro lado, por lo que ven en la actitud de Tennant una amenaza para el orden y la comodidad de la comunidad. En ese primer momento, a los vecinos no les importa la contaminación ni sus consecuencias a corto y a largo plazo. Solo al granjero parece importarle que una gran compañía química vierta residuos en las aguas del arroyo, pero, de no verse afectado (en su bolsillo, en su ganado y posteriormente en su salud), ¿habría acudido a Rob Bilott (Mark Ruffalo)?

Haynes desarrolla la historia de este abogado que trabaja en un prestigioso bufete de Cincinnati, que asume el caso de Tennant y demanda a la gigante química. Los años pasan, desde 1998 a 2012, más de una década en la que el protagonista batalla por destapar la negligencia de una empresa que lleva cuarenta años contaminando con sus residuos y sus productos de C8. Pero Rob no pelea contra una gigante industrial, también se enfrenta al silencio de un sistema que no protege a los individuos, posibles víctimas o ya afectados, protege al sistema. Esta es la lección que aprende el abogado interpretado por Mark Ruffalo de sus años enfrentados a DuPont, más de una década que le lleva a la comprensión de que los individuos deben aprender a vivir desprotegidos y a lidiar con su indefensión con los pocos recursos de los que disponga. Eso hace Rob, y se entrega a la causa de Tennant porque la asume como su deber moral. Relega cualquier otro aspecto de su vida a un plano secundario y batalla por llevar adelante la denuncia, que señala más de cuarenta años de engaño por parte de una industria que contamina consciente del riesgo que los vertidos implican para la salud de la ciudadanía del área de Virginia Occidental donde el granjero tiene sus tierras.

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