jueves, 12 de diciembre de 2019

Cuerpo en el bosque / Un cos al bosc (1996)


Desde Dante no es únicamente severo (1967), largometraje que realizó junto a Jacinto Esteva, hasta Cuerpo en el bosque / Un cos al bosc (1996), transcurrieron veintinueve años en los que Joaquim Jordà pasó por varias fases cinematográficas, entre ellas el cine militante, su faceta de traductor o su labor de guionista para cineastas como Vicente Aranda. Durante ese largo periodo, que separa ambas ficciones, las pocas veces que Jordà se puso detrás de las cámaras fue para rodar en circunstancias que se alejaban de aquello que comúnmente suele considerarse "normal". Por ejemplo, su cine en Italia lo produjo el Partido Comunista Italiano, su documento Numax presenta... (1979) nació del encargo de las obreras y obreros de la fábrica que da título a la película, y El encargo del cazador (1990) puede interpretarse como un film homenaje a Esteva, íntimo y muy personal. Así que no fue hasta Un cuerpo en el bosque cuando el realizador catalán pudo normalizar su cine en una producción que tuvo distribución generalizada. Pero hablar de "normal" en el cine de Jordà, es precisamente señalar lo que se esconde tras aquello asumido como tal. Detrás de la fachada que se acepta se ocultan aspectos que el cineasta señala sin apenas disimulo, más bien, lo hace con una capacidad crítica que no da lugar a dudas, a la hora de señalar dónde se encuentra aquello que en verdad pretende mostrar en sus producciones.


En Un cos al bosc hay un primer momento que llama la atención. Aunque, más que un momento, son dos imágenes que, debiendo ser iguales, muestran una diferencia fundamental. Entre ambas existe un breve margen temporal de por medio, que separa el momento en el que los cazadores descubren el cuerpo de Montse (Nuria Prims) de su regreso al mismo lugar, dos horas después, acompañados por el hombre que levanta el acta de defunción. La diferencia estriba en el rostro del cadáver. En un primer instante, se puede ver la cara de Montse, mientras que en el segundo, su rostro ha sido cubierto con un cartón donde se lee la palabra <<puta>>. Esta diferencia se agudiza más si cabe, cuando la teniente Cifuentes (Rossy De Palma) descubre la cara y la observa machacada, irreconocible. ¿Qué ha sucedido durante ese intervalo que separa las escenas? Lo ignoramos. Los cazadores ni siquiera llaman la atención sobre el detalle, pues ninguno comenta sobre ello. Quizá la impresión no les permita pensar o recordar con claridad, quizá sea algún tipo de remordimiento, puesto que todos conocían a la víctima, o quizá tengan algo que ocultar. Esa intención de tapar realidades provoca que Cuerpo en el bosque sea un film sobre apariencias y de apariencia. Eso es lo que interesa a Jordà, más que la resolución del crimen que Cifuentes investiga, y que el cineasta expone en dos tiempos: presente y pasado, unidos por la voz de la víctima que, en el presente de la narración, comenta sobre las imágenes sus impresiones o niega las palabras de sospechosos y testigos como Jaume (Ricard Borràs), uno de los hombres más importantes y respetados del pueblo. Así, a primera oída, se puede pensar que la voz de Montse es la de un muerto como William Holden en El crepúsculo de los dioses (Sunset Boulevard; Billy Wilder, 1950), pero, como se ha escrito arriba, Un cos al bosc es un film de apariencia que, tras la excusa del cadáver y de la investigación del caso, desvela sin ambages hipocresía, depredación y racismo.

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