Las luces se apagan, la pantalla se ilumina con el colorido de los grabados y una voz suena. La oscuridad es la señal, la tela nuestra puerta de entrada al pasado y las palabras que llegan a nosotros son ecos del ayer. Nos dicen que, durante los siglos VIII y IX, la costa inglesa sufrió numerosos ataques de los hombres del norte. Esa voz nos ha trasladado a la época de los vikingos, guerreros y marinos cuyo máximo honor sería morir espada en mano y, orgullosos, entrar en el Walhalla, su paraíso, el prometido a todo bravo guerrero. Pronto comprendemos que se acabó lo idílico, en Los vikingos (The Vikings, 1958) no hay lugar para la inocencia ni la ingenuidad de aventuras cinematográficas previas. Es un film carnal y visceral, violento, como sus protagonistas, pero lleno de belleza primitiva. Su ambientación, la fotografía de Jack Cardiff, los personajes, el pulso de Richard Fleischer, contundente y estable, pasa del intimismo a la épica y a la batalla, sin resentirse; e igual de bravo y seguro de su narrativa, Fleischer va de la brutalidad a la tragedia familiar, de la rivalidad a la atracción-rechazo que une el destino del triángulo protagonista.
Veinte años después, ya en el presente en el que se desarrolla el resto de la historia, se descubre que el pequeño se ha convertido en un joven esclavo llamado Eric (Tony Curtis). Eric ha crecido bajo las costumbres vikingas, sin duda sería uno más entre ellos, a no ser por la realidad que le condena a servir a sus amos, como se descubre cuando se celebra la fiesta de retorno de Ragnar tras su última expedición a las costas británicas, de donde se ha traído a un Lord inglés llamado Egbert (James Donald). Este noble ha logrado escapar de las garras del rey Aella, cuando éste pretendía ejecutarlo tras descubrir su traición, además de aliado de los vikingos, Egbert será quien descubra la verdadera identidad del joven esclavo. Sin embargo, es otra presencia la que sorprende y enfrenta a Eric y a Einar (Kirk Douglas), el hijo legítimo de Ragnar. Morgana (Janet Leigh), la bella prometida del rey Aella, cala en el corazón de estos dos bravos guerreros, quienes desde el primer momento en el que se encuentran frente a frente inician un enfrentamiento que les perseguirá hasta el final, salvo en el instante en el que deben unir fuerzas para alcanzar un objetivo común.
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