El guion de El tiempo de los intrusos (Trespass, 1992) no era original suyo, pero el escrito por Bob Gale y Robert Zemeckis —que asumieron la producción ejecutiva del film— encajaba a la perfección dentro de lo que hace Walter Hill en la dirección. Lo suyo son films contundentes en los que apenas existe más ley que la de la supervivencia y la del más fuerte. Crea espacios amenazantes, inhóspitos, primitivos y en ellos sitúa a sus personajes, la mayoría tipos que encajarían en el “salvaje oeste”, en westerns de aspecto clásico o ambientados fuera de su tiempo. En todo caso son antihéroes que viven experiencias al límite que Hill maneja con soltura en sus historias, partan estas de guiones propios o extraños. No le tiembla el pulso a la hora de mostrar la violencia, no como exaltación, sino como parte de los personajes o de las situaciones que les caen encima. No pocas veces, una de esas situaciones resulta a partir de acceder o perderse en un entorno desconocido y hostil donde la cacería humana cobra importancia: The Warriors (1979), La presa (Southern Comfort, 1981), Traición sin límite (Extreme Prejudice, 1987) o este film que, inspirándose en la excepcional El tesoro de Sierra Madre (The Treasure of Sierra Madre, John Huston, 1948), se inicia con la búsqueda de un tesoro por parte de dos bomberos de Arkansas y que acaba siendo un juego de supervivencia en una vieja fábrica de San Louis (Illinois) donde, cercados por una banda de narcotraficantes, Vicen (Bill Paxton) y Don (William Sadler) intentan huir con un botín que lleva allí escondido más de medio siglo.
viernes, 1 de marzo de 2024
El tiempo de los intrusos (1992)
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