miércoles, 27 de marzo de 2024

¡Han llegado! (1996)

Aparte de lo creíble o poco creíble que Charlie Sheen pueda estar en el papel de científico (o en cualquier otro), con perilla y gafas, pero sin la bata, ¿¡Han llegado! (The Arrival, 1996) entretiene más que otras producciones de ciencia-ficción realizadas en la década de 1990 en Hollywood? Lo dudo, es más de lo mismo. Excepciones al margen, la redundancia, la repetición, ha sido la nota predominante desde hace años; apenas importan las ideas o los conflictos, se prima la acción o la intriga y, más allá, el vacío. Décadas atrás, en Hollywood, se habían producido algunos de los grandes títulos del género; sin ir más lejos, Ultimátum a la Tierra (The Day the Earth Stood Still, Robert Wise, 1951) o La invasión de los ladrones de cuerpos (Invasion of the Body Snatchers, Donald Siegel, 1956), en la que vainas venidas del espacio exterior se metamorfoseaban en seres aparentemente humanos. En el film de Wise el extraterrestre llega para advertir a la humanidad mientras que en el de Siegel los extraterrestres no vienen con buenas intenciones, salvo para ellos. Pero lo cierto es que habían llegado y se hacían pasar por humanos. Años después, cuando la época dorada del género tocaba a su fin, Kubrick y Tarkovski, incluso Truffaut, lo llevaron a una cota de madurez y de lirismo inusitado, tanto que ya no se ha vuelto a ver en la pantalla; ni siquiera en la popular Interestellar (Christopher Nolan, 2014), tal vez sí en La llegada (The Arrival, Denis Villeneuve, 2016). Tras Farenheit 451 (François Truffaut, 1966), 2001, una odisea del espacio (2001. A Space Odyssey, 1968) y Solaris (1972), Naves misteriosas (Silent Running, Douglas Trumbull, 1972) aportaba ecología a su drama, e insistía en la soledad y la existencia, pero, ¿y después? ¿Qué le aguardaba al género?

Atrás quedaban estos y otros títulos fundamentales, delante a la ciencia-ficción le esperaba lo que a Benjamin Button: caminar hacia la niñez que el género luce en E. T. (Steven Spielberg, 1982) —infantil, sí, pero más inspirada que Encuentros en la tercera fase (1977), que aspira a transcendente y resulta todo lo contrario— y el infantilismo que se impone definitivamente a raíz de la exitosa La guerra de las galaxias (Star Wars, George Lucas, 1977). Ese fue el punto de (quizá) no retorno, a pesar de excepciones como la soviética Stalker (Tarkovski, 1979) o de los intentos de Ridley Scott de recuperar la edad adulta en Alien (1979) o Blade Runner (1982). Lo que dominaba y domina en el género (y el cine en general) son el ruido y el infantilismo potenciados por Hombres de negro (Men in Black, Barry Sonnenfeld, 1997), que lleva el chiste fácil a cotas extraterrestres, o la patriótica y pirotécnica Independence Day (Roland Emmerich, 1996), rodada el mismo año que esta película con reminiscencias a la serie B en la que se fraguó lo mejor de la ciencia-ficción durante la década de 1950, al menos lo más entretenido del género al que, unos años después, John Carpenter aportó Están vivos (They Alive, 1988), una de las mejores películas de ciencia-ficción de los ochenta (siglo XX). El film de Emmerich arrasó en la taquilla, todo lo contrario sucedió a este escrito y dirigido por David Twohy, quien correría mayor suerte comercial con Pitch Black (1999), una cinta de ciencia-ficción que bebe del western. No cabe duda de que ¡Han llegado! es una producción más modesta en efectos especiales que Independence Day o el film de Sonnenfeld, pero resulta más ambiciosa a la hora de contar una historia, aunque sea la de ese científico, Zane Zaminsky, cuya metamorfosis no lo transforma en insecto, sino en héroe de acción, en falso culpable y en rebelde de ciencias que se embarca en una aventura tras ser despedido del observatorio donde descubrió la señal que procedía de algún lugar del espacio exterior. Fue tal descubrimiento el que le valió el despido, pues su jefe (Ron Silver) quiere silenciarlo y hacer desparecer cualquier prueba que confirmaría que existe vida fuera de la Tierra que ya esta en ella… Así, sin pruebas de una teoría de la conspiración, ni de nada que se le semeje, sin la colaboración de su compañero (Richard Schiff), que cae a las primeras de cambio, y sin apenas opciones de éxito se lanza a descubrir y desvelar el misterio que le conduce a México donde, inesperadamente se encuentra con la doctora Green (Lindsay Crouse), con quien se toma unas cervezas e intercambia información sobre lo que han descubierto: él, la señal del espacio y ella, las anomalías climáticas y el campo de amapolas en el Ártico…



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