domingo, 10 de diciembre de 2023

Libertad provisional (1976)


Durante la Transición —periodo que comprende entre 1973, año de la muerte de Carrero Blanco, y 1986, fin del primer mandato socialista—, Concha Velasco demostró valentía en la elección de personajes, al pasar de los roles amables, cómicos y populares que la encumbraron en la década de 1960, a roles de mayor complejidad dramática, incluso incómodos, como su Alicia en Libertad provisional (Roberto Bodegas, 1976). Se trata de una mujer sexualmente liberada e independiente; una superviviente en un mundo feroz en el que se pluriemplea como lectora, para un joven tetrapléjico llamado Miguel, y vendedora de libros a domicilio, para una empresa que vendría a ser una especie de “El círculo de lectores”. Sabe que a cambio de sexo aumentará las ventas y logrará mayores comisiones; por eso no duda en seducir a sus clientes masculinos, sin que esto, en apariencia, le acarree conflicto alguno. ¿Por qué debería generárselo? La desnudan con la mirada; es consciente de su atractivo y también de ser dueña de sí misma, todo lo dueña que pueda serlo un individuo en una sociedad que se declara libre, aunque, en realidad, como cualquier otra civilizada, sea una sociedad prisionera de sus hábitos, de su moral, de la hipocresía, del dinero...


Alicia se gana la vida para comer y dar de comer a su hijo Javier, para darle un techo y llevarlo a un colegio privado —la enseñanza pública de iría afianzando con los años—. Busca una mejor oportunidad, pues comprende que la vida es dura, más si cabe cuando el dinero, su tenencia o su ausencia, marca cualquier cotidianidad. Sin él, el hambre, la calle, la miseria, la muerte social y la prematura física o la cárcel para pequeños maleantes como Manolo (Patxi Andión), a quien Alicia conoce por casualidad una jornada en la que el ladrón se encuentra en una casa ajena. Ella lo confunde con el dueño, él le sigue la corriente y ambos acaban bajo las sábanas. Así empieza la relación entre estos dos personajes atípicos, que buscan su lugar en el nuevo mundo; uno no muy diferente al viejo, pero con las posibilidades de liberación que aquel les negaba. Alicia prima su independencia, Manolo su hambre de cultura y conocimiento, también de una familia convencional, pero hay algo en la película que se desinfla; y aquello que se inicia con brillantez depara lo convencional, cuando la película empieza a girar en torno a Manolo. Escribía al principio sobre la valentía de Concha Velasco, la mejor baza del film, pero tampoco desmerece la intención de Juan Marsé en el guion ni la de Roberto Bodegas en la dirección de este drama rodado en plena Transición, periodo en el que se ubica la práctica totalidad de la obra de Bodegas para el cine. Posteriormente, tras realizar Matar al Nani (1988), su labor audiovisual continuaría en la televisión, de la que cabe recordar su película sobre el padecimiento y la lucha de Ramón Sampedro Condenado a vivir (2001). Ese periodo de cambio que vivía España y la búsqueda de la libertad son temas que asoman en su filmografía, pero, como apunta el título de este film, tras el cual estuvo seis años sin dirigir, sea una libertad provisional y haya que luchar a diario para que tal provisionalidad se prolongue más allá de la jornada y de una transición hacia quizá ninguna parte…



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