miércoles, 13 de diciembre de 2023

Grita libertad (1987)

En algunos policiacos se dejan oír voces que piden <<léanle sus derechos>> y otras que explican que <<tiene derecho a guardar silencio; todo lo que diga podrá ser utilizado en su contra. Tiene derecho a un abogado. De no poder costearlo, se le asignará uno de oficio>>. Esto reduce los Derechos a dos, que aumentan a tres al incluir una llamada telefónica; pero no es de lo que quiero hablar. Tampoco de que sin dinero, a priori, la defensa a la que se tiene derecho será peor que si se pueden costear los servicios de los mejores abogados, que no son de oficio y son quienes más cobran por alquilar su tiempo y su dedicación. Quizá me equivoque, pero esto parece indicar cierta desigualdad del individuo (según sus posibilidades económicas) ante la ley y dentro del sistema legal que no siempre responde a la idea de justicia moral y natural. Pero lo que me llama la atención es otra cosa: el derecho legal a permanecer callado. No suele hablarse de él, pues, habitualmente, permanecer en silencio es una opción que se escoge en relación a tener o no algo que decir. Lo corriente es escuchar algo así como <<¡Tenemos derecho a hablar!>> Pero ¿quién dice la de veces que habrá ejercido su derecho al silencio? Sin embargo, existen ocasiones en las que permanecer callado no es una elección personal, sino una imposición externa. En el primer caso, no se habrá dicho por motivos dispares: no ofender, desinterés, no tener nada que añadir y tantos otros como cada quien pueda tener para callarse cuando lo decide por voluntad propia. Ahí es un derecho suyo —a expresar su libertad en silencio—, uno que nadie puede arrebatarle salvo a golpes o bajo coacción. Pero hay casos en el que el silencio obedece a factores ajenos al individuo, pero que le afectan hasta el extremo de depararle el miedo a hablar y la negación a hacerlo. Reza el dicho que <<quien calla, otorga>>, pero, en ocasiones, callar no es más que consentir y consentir no siempre es lo que se debe hacer. A veces hay que disentir y expresarse contra la opinión implantada que atenta contra el individuo o una comunidad cualquiera, aun a riesgo de ser señalado, vituperado, atacado, encarcelado, asesinado.

Da vértigo pensar en verse en una situación así; ¿cómo actuar? No debe ser sencillo abrir la boca, pues, en esos instantes, no se trata de hablar por hablar, actividad practicada por un elevado número de voces a diario. Se trata de expresar libremente, de denunciar injusticias, de clamar con conocimiento de causa incluso a riesgo de la propia vida, tal como hicieron Steve Biko y Donald Woods respecto al apartheid sudafricano. Biko se convirtió en un líder para la mayoría segregada y por ello fue confinado, encarcelando, torturado y asesinado a los treinta años. Expresaba su postura antiapartheid y fundó el Movimiento de Conciencia Negra, pero el sistema intentó erradicar su voz, lo mismo que intentó con la de Mandela y tantos otros, empleando la fuerza y el terror. El “delito” de Biko fue nacer negro y estar orgulloso de serlo en un país donde los suyos tenían que callar, dejarse pisotear y aceptar el lugar que se les indicaba. Pero él no estaba dispuesto a que le silenciaran, posicionándose desde mediados de 1960 por una igualdad real, no la paternalista que quizá algún día les ofreciese el poder blanco. No podía callar ante la injusticia sufrida; no quiso hacerlo y así nació el activista que se dispuso a luchar por la dignidad y los derechos que las autoridades les negaban.

La biografía Biko y la autobiografía Asking for Trouble son los libros de Donald Woods que inspiraron el guion de John Briley para la película Grita libertad (Cry Freedom, Richard Attenborough, 1987), en la que Denzel Washington dio vida a Biko y Kevin Kline a Woods, su amigo periodista. Habían pasado diez años desde la muerte del activista cuando Richard Attenborough decidió llevar el material de Woods a la pantalla, el resultado fue una de sus mejores películas, sobre todo en su primera mitad, en las que expone la situación de Sudáfrica entre 1975 y 1977, haciendo hincapié en la amistad entre Biko y Woods, en como este va comprendiendo la situación y los abusos sufridos por la población negra a manos del régimen político, policial y judicial blanco. A lo largo del metraje queda claro la diferencia entre ley positiva y justicia. De igual modo, Attenborough señala el racismo y terror practicado por el sistema que asesina a Biko y confina a Woods para que no hable. En ese instante, el silencio ya no es una elección personal, sino una imposición externa y una amenaza real que cambia la vida del periodista de modo radical. Ahora, su existencia se parece a la vivida por su amigo asesinado. Amenazado de muerte, también su familia, sin posibilidad de salir de su área de confinamiento, sin poder reunirse con más de una persona, sin poder escribir para el público ni para sí mismo, la única opción que le queda a Donald, para poder hablar y desvelar la verdad de los hechos relacionados con la muerte de Biko, es escapar de su país; y en esta huida se centra la segunda parte del film…


Enlaces relacionados con Biko:


https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-38357667.amp


https://historia.nationalgeographic.com.es/a/stephen-biko-heroe-contra-segregacion-racial_17169

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