viernes, 15 de diciembre de 2023

El único evadido (1957)

Igual que hay un subgénero bélico centrado en los submarinos, existe otro dedicado a las evasiones de los campos de prisioneros y, por moderado que sea a la hora de negar u otorgar superioridad o inferioridad a un film, no me cuesta afirmar que La gran ilusión (La grande illusion, Jean Renoir, 1936), ambientada durante la Gran Guerra (1914-1918), es la mejor de las películas que he visto sobre el tema. Otras que sobresalen sobre el resto son La gran evasión (The Great Escape, John Sturges, 1963), quizá la más popular de las fugas bélicas cinematográficas, Traidor en el infierno (Stalag 17, Billy Wilder, 1952), La fuga de Colditz (The Colditz Story, Guy Hamilton, 1955), El puente sobre el río Kwai (The Bridge on the River Kwai, David Lean, 1957) o Evasión o victoria (Victory, John Huston, 1981), incluso el western Fort Bravo (John Sturges, 1954), que se ambienta durante la guerra de la Secesión (1861-1865). Hay muchas más, pero, preferencias aparte y centrándome solo en las que se desarrollan durante la II Guerra Mundial (1939-1945), decir que la gran mayoría de estos films que apuestan por la evasión como eje o excusa tienen en común que los prisioneros y los evadidos son estadounidenses o británicos. En El cabo atrapado (Le corporal epingle, Jean Renoir, 1962) son franceses, y es otra película que incluyo entre las notables del asunto, mientras que en la mediocre Evasión en Atenea (Escape to Athena, George Pan Cosmatos, 1979) se apunta un italiano al intento de fuga de un campo alemán ubicado en una isla griega. Más raro sería encontrarse con un film en el que un alemán se fugue de su prisión, aunque los hay. Un ejemplo sería Los que saben morir (The McKenzie Break, Lamont Johnson, 1970), que plantea el motín e intento de fuga de oficiales teutones prisioneros en un campo escocés. Y es más inusual porque el cine bélico alemán o el japonés de la posguerra, por citar dos países que habían formado parte del Eje, no estaba para héroes ni tenía hazañas que contar, sino situaciones para reflexionar. Por otra parte, existía escasez de casos reales. Como reza el título El único evadido (The One That Got Away, Roy Ward Baker, 1957), solo se conoce el de un oficial alemán prisionero de los ingleses que logró regresar a Alemania durante la guerra.

La fuga del teniente Franz von Werra fue única. Consiguió evadirse después de varios intentos y de tres escapadas: dos fallidas en Inglaterra, pues en ambas sería atrapado y de nuevo confinado, y una exitosa en Canadá, adonde había sido enviado a pasar el resto de la guerra en un campo de prisioneros en Ontario que no llegó a pisar. Acabó regresando a su patria, tras pasar por varios países americanos y europeos. Mas adelante, fue destinado a Holanda, donde, en octubre de 1941, apenas unos meses después de su triunfal retorno, sufrió el accidente aéreo que acabó con su vida. Su cuerpo nunca fue encontrado, pero su gesta quedó para la historia. ¿Por qué tanto afán por escapar y regresar a la guerra, quizá ir directo hacia la muerte? ¿Por deber? ¿Por belicismo? ¿Por patriotismo, alienación y masoquismo? ¿Por ser libre? Pero, entonces, ¿por qué regresar a la guerra? <<La obligación de todo oficial prisionero es intentar escapar>>, afirma el inquieto e intrépido teniente interpretado por Hardy Krüger, oficial de recursos, rico en ardides cual Ulises, capaz de engañar a todos cuando escapa y se hace pasar por un aviador holandés de su invención.

Su historia la llevó al cine Roy Ward Baker en El único evadido y Hardy Krüger fue el actor escogido para dar vida al personaje, protagonista de una hazaña poco menos que increíble. Su odisea inspiró las páginas del libro de Kendal Burt y James Leasor, que fue la base del guion de Howard Clewes que Roy Ward convirtió en imágenes con su solvencia habitual. La aventura del oficial de la Luffwaffe comienza el 5 de septiembre de 1940, cuando es derribado y se ve obligado a aterrizar en territorio británico. Tras ser capturado por un cocinero del ejército, lo trasladan a su primera parada, donde intentan sonsacarle información. El oficial británico que le recibe muestra un trato amigable, elegante, civilizado, a imagen del gentleman inglés. El alemán comprende la técnica empleada por sus interrogadores al tiempo que ya piensa en evadirse. Lo intenta de diversas formas, incluso haciéndose pasar por piloto holandés en misión especial para abandonar su cautiverio pilotando un “Hurricane”. Ante tanta tentativa, los británicos deciden enviarlo a Canadá, con la idea de que poner un océano de por medio calmará el ansía escapista del teniente germano; pero este no ceja en su empeño… Como la mayoría de films de fugas ambientados en campos de prisioneros, también El único evadido hereda de La gran ilusión, sobre todo durante la estancia de von Werra en el campo de prisioneros en las proximidades de Escocia, donde el film de Ward Baker apunta situaciones que serían desarrolladas en La gran evasión; incluso hay momentos en los que la interpretación de Krüger un modelo para el personaje de Steve McQueen en la película de Sturges.



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