jueves, 4 de agosto de 2022

El sirviente (1963)


Aunque mitigado por los convencionalismos sociales y por los códigos de conducta, las relaciones humanas se establecen en el dominio-sometimiento que Joseph Losey apunta en el restaurante donde Tony (James Fox) y Susan (Wendy Craig) pierden su protagonismo en beneficio del espacio humano donde son dos entre tantos. Lo muestra en la relación entre el obispo y su secretario o en la madre y su hija. En ambos casos, parece innegable que se establecen en un orden aceptado. Pero hay modelos menos evidentes, ciertas formas de tira y afloja que, perdida la posibilidad del equilibrio convenido, se desequilibran y la dominación y el servilismo se disparan y alcanzan grados tan extremos y enfermizos como el escogido por Losey para establecer la ambigua relación entre los dos personajes masculinos de El sirviente (The Servant, 1963), el primero de los tres largometrajes que el director estadounidense colaboró con Harold Pinter, que también sería el autor de los guiones de Accidente (Accident, 1967) y El mensajero (The Go-Between, 1971) —Pinter también colaboró con Losey, aunque sin acreditar, en el de Modesty Blaise (1966).



¿Quién es el dominante en la relación señor y sirviente que se establece en la casa donde el realizador les encierra? ¿Quién maneja los hilos ahí, si no Barrett (Dirk Bogarde)? Dominador es “quien domina o tiende a dominar” sobre algo o sobre alguien, pero la definición no habla del sometido ni explica que, en su reverso psicológico, quien se somete también domina, puesto que el dominador, como tal, precisa no solo dominar, sino también sentir que su dominio existe. Esto, en su grado obsesivo, es una condena para el primero (también para el segundo), pues, en realidad, ya no tiene dominio sobre sí, aunque lo tenga sobre otros. Lo comprobamos en Tony: un joven caballero inglés que contrata a Barrett para que sea su sirviente. Y efectivamente, lo es, aunque solo de oficio, ya que psicológicamente, Barrett aspira a controlar a su señor, a quien somete desde la servidumbre y la manipulación, también desde el uso de Vera (Sarah Miles) como cebo sexual. Respecto a esto, Losey crea una escena que no necesita más que el ruido de las gotas de agua cayendo del grifo y el sonido del teléfono. Ambos ruidos no hacen más que remarcar la tensión sexual en la cocina, cuando Vera seduce a Tony en un instante en apariencia pausado, pero que late a mil por hora y a elevada temperatura. En ese momento, Barrett, ausente, pero por mediación de su amante, logra someter plenamente a su señor, aunque él también depende de aquel. Sus vidas se unen en la apariencia empleado y empleador, pero la realidad que comparten establece una relación amor-odio en la que ambos se necesitan, aunque se trata de una relación en exceso destructiva para Tony, quien, avanzado el metraje, pierde cualquier control sobre sí y sobre su entorno.



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