<<Cuando un loco o un imbécil se convence de algo, no se da por convencido él solo, sino que al mismo tiempo cree que están convencidos todos los demás mortales. No consideran, pues, necesario esforzarse en persuadir a los demás poniendo los medios oportunos; les basta con proclamar, con “pronunciar” la opinión de que se trata: en todo el que no sea miserable o perverso repercutirá la verdad>>
Ortega y Gasset: España invertebrada
<<No es la menor desventura de España la escasez de hombres dotados con talento sinóptico para formarse una visión íntegra de la situación nacional donde aparezcan los hechos en su verdadera perspectiva, puesto cada cual en el plano de importancia que le es propio. Y hasta tal punto es así que no puede esperarse ninguna mejora apreciable en nuestros destinos mientras no se corrija previamente ese defecto ocular que impide al español medio la percepción acertada de las realidades colectivas>>
Ortega y Gasset: España invertebrada, del prólogo a la segunda edición, octubre de 1922
Desde su llegada a la capital navarra, el general Mola se muestra prudente, minucioso e implacable en su intención. No está dispuesto a dar palos de ciego, ni a precipitarse, porque no quiere que se repitan errores pasados. Los que se confabulan lo eligen “director” del proyecto con el que pretenden imponer su orden a España, en ese momento (como en tantos otros de su historia convulsa) en descomposición y dividida no solo en dos bandos, sino en la disparidad intransigente que inevitablemente depara violencia. Los militares la asumirán con mayor despliegue de medios, pero, para ello, Mola tiene que reunir bajo su dirección a carlistas, falangistas, republicanos descontentos, monárquicos alfonsinos, militares, y lidiar con los intereses en la sombra, que son tantos como los descontentos que se unen a la conspiración que tiene su raíz no en una ideología, aunque les suene romántico o patriótico, sino en la pérdida de privilegios y en el temor a que su lugar lo ocupen otros. Buena parte del Ejercicio, Iglesia, monárquicos, terratenientes y empresarios, partidarios de Primo de Rivera, requetés y otros tradicionalistas se unen o apoyan un alzamiento del que cada cual espera obtener beneficios para los suyos. En este punto, el ejemplo más claro expuesto por Olea lo vemos en la reunión del general con un líder carlista, que exige, ya de primeras, derogar leyes y echar por tierra logros progresistas —para el grupo que representa, insultantes e intolerables— como el matrimonio civil, la diversidad política, el divorcio o el sufragio femenino. Lo dicho, La conspiración recrea con minuciosidad un momento histórico y lo hace concediendo protagonismo a su máximo responsable, algo que no resulta habitual, pues la fama del alzamiento recayeron en la guerra y en Franco, quien no asoma en la pantalla, pero a quien se nombra en varios momentos porque inicialmente no se decide a apoyar el levantamiento y, cuando lo haga, será sin pasos en falso y con la suerte de cara —posiblemente más de la esperada o inesperada, pues las muertes de Sanjurjo, Primo de Rivera y del propio Mola, le allanaron el camino hacia el poder absoluto.
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