sábado, 27 de febrero de 2021

Onna (1948)


El sustantivo Onna/Woman/Mujer quizá suene un tanto indeterminado, pero, precisamente, escogido por Keisuke Kinoshita para dar título a uno de sus films de posguerra, pretende esa generalización. Sin ningún adjetivo u otro modificador, el genérico que titula la película abarca un amplio espectro de modelos femeninos: madre, hija, esposa, amante, maestra, estudiante, entre otras figuras que tienen en común su encierro o delimitación social en el Japón donde, entre modernidad y tradición, el cineasta desarrolla sus dramas, melodramas, tragedias e incluso comedias. La mujer en suma, y que Kinoshita individualiza en sus protagonistas, es centro de máximo interés en su obra cinematográfica; en la que al tiempo es sufridora y heroína, pues no cabe duda de que resistir la sensación y la realidad de encontrarse atrapada en espacios que delimitan sus movimientos y complican su emancipación es un acto de heroísmo. Por contra, el hombre en el cine de Kinoshita carece de atributos heroicos, suele ser pasivo, incluso cobarde y, en el caso de un personaje como Tadashi (Eitaro Ozawa), el antagonista de Onna (1948), también cruel —crueldad que no deja de ser fruto de su cobardía— y repulsivo. La actuación de Ozawa lo recalca en exceso, lo hace con gestos y sonrisas forzadas, innecesarias para exteriorizar vileza mediante expresiones faciales que redundan en la descripción subjetiva que realiza la cámara. Los planos inclinados, los primeros planos, los primerísimos primeros planos, el montaje, el caos en el incendio, la gente corriendo, de un lado a otro, todo recurso empleado por Kinoshita en Mujer (Onna) genera y agudiza la sensación opresiva, inestable, de desequilibrio e impotencia, que domina en la pantalla hasta que la situación se vuelve angustiosa para Toshiko (Mitsuko Mito). El conflicto surge cuando lee la noticia de un asalto y sospecha que uno de los asaltantes puede ser Tadashi, con quien se reúne en la estación donde las dudas precipitan su inestabilidad emocional e igualmente potencian su necesidad de alejarse del hombre que dice amarla. La sensación conseguida por Kinoshita es el reflejo de la que siente su protagonista femenina durante la doble huída por exteriores opresivos de donde resulta imposible escapar. La huída más evidente es la de Tadashi, que huye de la ley; de mayor complejidad es la de Toshiko, que intenta, primero, romper y, más adelante, escapar de su acompañante, aunque nunca logra distanciarse lo suficiente. Tadashi la retiene llorando y prometiendo que cambiará, porque la ama. Le dice <<eres la única a quien amo. Sin ti no puedo seguir viviendo>>. Esa es su mejor arma para presionarla y retenerla a su lado. La promesa de amor y la de que cambiará por ella; la de darle pena, apelar a la compasión de la mujer, mientras solloza y culpa a la sociedad de su proceder. Esa actitud falsa e hipócrita le resulta mejor recurso para someterla que la navaja con la que la amenaza avanzado el metraje, cuando la heroína de Onna asume cuál es el verdadero rostro del hombre a quien ha amado y del que intenta escapar.




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