martes, 23 de febrero de 2021

Antes del atardecer (2004)



Hasta que no sea completo, el olvido deja rastros tras de sí y esas huellas son las que hay que seguir para devolver los hechos a primera línea de la memoria. Pero, a veces, sucede que nunca se olvidan, que los guardamos como tesoros que interpretamos, añadiendo o eliminando imágenes, exagerándolas, idealizándolas, personalizándolas a nuestro gusto. Jesse (Ethan Hawke) no ha olvidado, ha evocado y trastocando el momento real que, en la distancia que separa el hoy del ayer, le ha dado cuerpo literario. Su novela sobre su noche en compañía de una joven francesa despierta la curiosidad en los presentes en la librería parisina donde firma ejemplares y responde a preguntas sobre entonces, sobre la chica y el instante que le ha servido de marco temporal y de lugar adonde regresar en su memoria. La curiosidad que despierta el después de la narración, el si volvieron a encontrarse, podría equipararse a la del público que nueve años atrás fue testigo de la despedida de Celine (Julie Delpy) y Jesse en la estación vienesa donde acordaron reunirse transcurridos seis meses. Richard Linklater despedía Antes del amanecer (Before Sunrise, 1995) con un iluso y romántico hasta luego entre dos vidas que deseaban volver a reunirse.



En aquel instante, sus deseos formaban y compartían una misma ilusión, una misma realidad, la del sueño de un amor recién nacido que latía febril a la espera de ese día del que nada se supo hasta Antes del atardecer (Before Sunset, 2004). ¿Se presentaron a la cita? ¿Volvieron a verse? ¿Qué fue de ellos? ¿Y qué pudo ser? Jesse no contesta a las preguntas, pero, como ya sucedió en el pasado, dos miradas se cruzan, sonríen, dudan, se desean mientras sus voces hablan, callan, relatan, preguntan, responden. Allí, en la librería observa el rostro tantas noches imaginado mientras compartía lecho con otra mujer, de quien, con el paso del tiempo, se iría alejando, para refugiarse y acercarse a la fantasía que Celine ha significado para él durante los últimos años de descomposición matrimonial; de ahí que el libro en el que narra su recuerdo de la noche vienesa lo haya escrito durante la última parte de ese proceso de distanciamiento y de separación que se sabe que ha sido indeseada. Su reencuentro con Celine, vuelve a marcar un punto y aparte en la vida de ambos, aunque ahora cambia de escenario: las calles de Viena dan paso a las de París, pero el tiempo que comparten vuelve a limitarse para que en apenas un par de horas puedan ponerse al tanto de sus vidas, contradecirse, ponerse en duda o soñar con una posible existencia compartida y con aquella que no fue. Parece que no han pasado nueve años desde aquel encuentro, aunque ellos son conscientes de la realidad y de la distancia temporal que los separa de los veinteañeros que fueron. Comprenden que la década se ha esfumado sin ofrecerles o sin materializar aquello que deseaban cuando se despidieron en el andén donde dejaron parte de sus fantasías adolescentes, para, sin ser conscientes entonces, asumir decisiones de una vida adulta que los ha mantenido separados hasta un nuevo instante que, como el anterior y todos los vividos, se consume en su brevedad.


No hay comentarios:

Publicar un comentario