Uno de los personajes de Gente entre sí (Menschen untereinander, 1926), Gertrud (Aud Egede-Nissen), vive su condena en prisión, pero los demás, aunque en libertad, también se encuentran encerrados. Viven entre barrotes de egoísmo, miseria, soledad y algún gesto de generosidad que se cuela en su cotidianidad coral, el drama diario que Gerhard Lamprecht divide en <<ocho actos>> que, en su mayor parte, desarrolla en <<una casa de inquilinos, no exenta de interés>>. En su interior, ubica a personajes dispares que presenta mediante las dos mujeres que reúne en la planta baja del edificio de la avariciosa viuda Büttner (Erika Glässner). Entre las escaleras y la portería, una de ellas, la señora Mierig (Lydia Potechina), pregunta a la otra (Käthe Haack) si es la nueva portera. Esta contesta con gesto afirmativo y acepta la mano que le tiende aquella. Ahora, ambas miran hacia el tablón de madera donde leen los nombres de los inquilinos y el apartamento que ocupan. Este encuentro entre curiosas de escalera y ventana introduce al público en dramas ajenos y pretende trasladarle la curiosidad que sienten las dos mujeres cuando la primera informa a la segunda de los distintos vecinos del inmueble. Es el momento de las presentaciones, que nos llegan a través de las guías que Lamprecht escoge para atraer nuestra atención hacia el tablero que la cámara primero encuadra en su totalidad y, poco después, individualizando cada uno de los nombres que hay escritos. Así, mediante planos sucesivos que individualizan piso y nombre de ocupante, también inserta imágenes que muestran la cotidianidad en el interior de los hogares que forman una comunidad variopinta, desde Ria Ricarda Roda (Margarete Kupfer), una casamentera que se enriquece organizando encuentros y fiestas sociales, hasta Rudloff (Eduard Rothauser), el joyero cuya hija mayor cumple condena por una muerte en un accidente de tráfico, mientras que la pequeña se enamora del vecino. La presentación esboza la personalidad de cada vecino, cual es su ocupación laboral o cómo es su vida familiar, así como permite comprender parte de la realidad personal de los distintos inquilinos. Pero aquello que apunta hacia la realidad, solo es fachada, ya que se trata de un film que asume el realismo en apariencia, pues los aspectos sociales de su época quedan mitigados entre esas paredes donde se potencia el melodrama. Gente entre sí se evade de la realidad apostando por una estética realista que podría generar confusión, si no se diferencia entre cine social y cine popular, que es el caso de este film cuyo interés acaba por decantarse hacia la historia de Köhler (Alfred Abel) y Gertrud, que sufre su condena por partida triple: el presidio, la separación su bebé y el olvido de un marido que escoge romper con ella para salvaguardar su carrera política.
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