lunes, 22 de febrero de 2021

Nightcrawler (2014)


En Sin tregua (End of WatchDavid Ayer, 2012), el policía interpretado por Jake Gyllenhaal se define entre otras etiquetas como una “consecuencia” del sistema, para frenar la criminalidad en las calles. Su protagonista de Nightcrawler (2014) no lo dice, pero también es el resultado de la misma sociedad, en la que ambos graban cámara en mano, pero es una consecuencia diferente, inmune al dolor ajeno. El policía capta imágenes de su cotidianidad policial, como si su realidad laboral la formasen capítulos del programa policíaco-sensacionalista Cops; mientras, sin mostrar emociones ni sentimientos, Lou Bloom graba accidentes, asesinatos, cualquier situación sangrienta y morbosa que le acerque al éxito empresarial —pasa de sobrevivir robando alambre a la cima profesional, porque ajusta su indiferencia a la demanda exigida por los índices de consumo. Tanto el agente Taylor como Lou son producto de una sociedad que convive con la violencia desde su origen histórico y, en el presente de los dos personajes, dicha violencia también se consume como espectáculo cotidiano. Se consume en el desayuno, en la comida y en la cena. Quizá por ese motivo suene a hueco la advertencia —<<Lo que están a punto de ver puede herir su sensibilidad>>— que las cadenas televisivas introducen después del titular que provoca impacto y aviva la curiosidad, previo a emitir imágenes como las del reportaje que titulan <<The Horror House>>. La advertencia es ambigua. Persigue dos fines, uno secundario y el otro principal: liberarse de posibles responsabilidades, mediante el aviso que implica la elección y la complicidad de la audiencia, y atraer la atención de un público morboso, que precisa su dosis de imágenes de impacto, quizá por necesidad de impresiones fuertes o quizá para sentirse a salvo (el que ellos no hayan sido las víctimas). Película oscura y nocturna, inmune a cualquier sentimentalismo o sensiblería, a ratos de un humor negro que tiende a macabro, Nightcrawler se adentra en un espacio insano donde los canales televisivos no dudan en sobrepasar limites éticos para captar la atención con imágenes de muertes, accidentes y otras tragedias humanas. En un mundo así, como el expuesto por Dan Gilroy en Nightcrawler, no es extraño que surjan individuos como Lou, inmune al dolor ajeno, que graba insensible, incluso alterando las situaciones para lograr tomas de mayor impacto, mayor audiencia, mayor negocio para él y para la cadena televisiva a la que vende las imágenes grabadas. Todo vale para hacer real su negocio, cuyo éxito depende de la tragedia, el dolor, la muerte, de aspectos que no le afectan. Pero, más que un sociopata, como posiblemente lo etiquetase un profesional, Lou es consecuencia de una sociedad desquiciada, deshumanizada, cuya capacidad de sentir se encuentra bajo mínimos y en la que la ética carece de importancia, si alguna vez la tuvo. Hay intereses más atractivos y lucrativos para el "business", Lou lo sabe y por eso agarra lo que quiere sin importarle el cómo—si para ello debe matar a un guarda de seguridad, robar una bicicleta, mover un cuerpo para lograr la imagen o manipular a una manipuladora de la talla de Nina (Rene Russo), para que se acueste con él.


<<¡Quiero cosas impactantes! ¡Quiero que la gente no aparte vista de la pantalla! ¡Quiero lo que me prometiste!>> le grita Nina cuando le entrega unas imágenes que no cuadran con el impacto que persigue la cadena. En ese instante, la idea de triunfo de Lou —hacer real su productora profesional de noticias— se tambalea, pero no tarda en reponerse cuando aprovecha lo que para él sería un golpe de suerte: ve salir a dos sospechosos de una casa donde entra y filma los cuerpos del triple homicidio del que poco después los presentadores no informan, sino que recrean y realizan una visita “turística” para aumentar la audiencia, dilatando la noticia y abrazando el todo vale, mientras entre dentro de lo legal; o no, en el caso de Lou, que no duda en ocultar pruebas o en precipitar situaciones a su gusto, como sucede con los sospechosos o con Rick (Riz Ahmed), su becario, su único colaborador y otra consecuencia inmediata del entorno, quizás no tan agresiva y amoral como Nina, ni falta, como Lou, de conexión emocional, pero igual de entregado a las prioridades que les unen: el dinero y ascenso personal/profesional, ambos situados por encima de cualquier barrera moral.


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