domingo, 15 de marzo de 2020

Te querré siempre (1953)


Los espacios (vivos y muertos) y las gentes que asoman por Te querré siempre (Viaggio in Italia, 1954) son tan reales que incluso podrían formar parte de un documental o confundirse entre los hombres, las mujeres y las calles que asoman por un film que asume un supuesto neorrealismo ortodoxo, pero ni son lo uno ni lo otro. No están ahí para documentar, aunque pueden hacerlo, sino para influir y alterar el pensamiento de los protagonistas, su realidad humana, ese interior donde debaten e interpretan, donde se esconden, se frustran o guardan silencio. Dicha realidad se encuentra en constante cambio, existe en la negación y en la búsqueda desde las cuales reflexionan sobre sus existencias y su relación presente, pasada y quizá futura, exteriorizando apenas una parte de sí mismos, lo cual establece distancias que, en su incomunicación, parecen insalvables. Durante una entrevista,1 Roberto Rossellini apuntó tres elementos fundamentales de Te querré siempre, dos visibles y un tercero intangible. Son el matrimonio Joyce, Italia, en concreto el área napolitana donde al tiempo son pareja, no lo son y podrían serlo (puesto que allí se mezcla pasado, presente y un futuro incierto) y la influencia dramática que el segundo ejerce sobre el primero. Dicha influencia altera una realidad previa, que deja su lugar a la consecuente que les afecta sin que sepan cómo encararla, de ahí que el viaje físico propuesto por el cineasta sea la excusa para el existencial del matrimonio inglés que llega a la zona de Nápoles con la intención de arreglar asuntos relacionados con una herencia. La combinación de los tres elementos (individuo, medio e influencia de este sobre aquel) asoma en Alemania, año cero (Germania, anno zero, 1947), se hace claustrofóbica en el primer episodio de El amor (L'amore, 1947) y entra en erupción en Stromboli (1950). Estas películas apuntan una transformación en el cine de Rossellini, aunque su cine vive en constante experimentación y mutación, que pasa de la realidad externa expuesta en La nave blanca (La nave bianca, 1942) o mismamente en Paisà (1946) a la interior del niño cuyo pensamiento va unido a la Alemania de posguerra y de las dos mujeres atrapadas en el dolor, la soledad y el rechazo; una, en la habitación que la encierra; y la otra, en la isla volcánica que le impide liberarse. Son espacios hirientes para los personajes, puesto que son los detonantes que abren heridas internas. Esto también se contempla en Te querré siempre, pero aquí las interioridades de Alex (George Sanders) y de Katherine (Ingrid Bergman) son el punto de mira de la observación rosselliniana. La pareja llega a Italia para vender una villa heredada en las cercanías de Nápoles, pero ya por el camino que los conduce hasta ella, la distancia que les separa se deja notar en el interior del automóvil. Hay una especie de vacío que los separa, que les impide conectar, quizá sea fruto de una ausencia comunicativa similar a otra experimentada en Londres. Sin embargo, en su cotidianidad inglesa, la distancia formaba parte de la monotonía asumida por ambos. Por contra, el viaje a Italia cambia el escenario, trastoca hábitos y les obliga a reconocerse, aunque cada uno deambule en soledad por espacios que parecen no tener nada en común. Las interioridades y los exteriores se relacionan y así lo descubrimos cuando, por ejemplo, Katherine observa en la distancia las figuras de madres empujando carritos de bebés y esas figuras le recuerdan su no maternidad; de modo similar actúan las parejas que descubre durante ese mismo tránsito en automóvil, aunque en este caso le generan cierto temor, al creer ver en una de ellas a Alex y, por tanto, intuye una posible infidelidad y, sobre todo, el final de un matrimonio que en ese instante apunta a roto. En el caso de Alex, la soledad del bar donde se aburre, su rostro, entre decepcionado y resignado, cuando descubre que Maria está casada o su contacto con la prostituta tienen mucho que ver con su propia sensación de soledad y distanciamiento, que esconde detrás de su cínica fachada de superficialidad. Dentro y fuera parece ligados, incluso, al final, semejan fundirse en uno solo, en la multitud que arrastra a la pareja, aunque esto, contrariamente, les brinda la oportunidad de que cada uno se encuentre y puedan encontrar al otro, encuentren lo que creían perdido y valoren aquello que quizá nunca había llegado a valorar.



1. <<En Te querré siempre convenía reflejar un ambiente. Lo importante no era tanto el descubrimiento de un país como su influencia dramática sobre los dos personajes. Era el tercer elemento: por un lado, una pareja; por otro, Italia>>. Publicada en Rossellini, R.: El cine revelado (traducción Clara Valle T. Figueras). Paidós, Barcelona, 2000

No hay comentarios:

Publicar un comentario