jueves, 19 de marzo de 2020

Caras y lugares (2017)


En el cine, en su intimidad, hay dos miradas: la de quien filma y la de quien interpreta lo filmado. Ambas presentan variantes, según quién, qué y cómo mire. La mirada cinematográfica de Agnès Varda se reconoce al instante, no trata de imponerse ni se queda en la superficie de lo contemplado. Busca, e intenta encontrar y encontrarse. Como consecuencia, sus películas son humanas y curiosas, cuestionan y cobran forma de experiencias, ella las llamó propuestas, más que de documentos o ficciones cinematográficas. En el cine de Varda no hay artificio, no lo contempla como una posibilidad, como tampoco abraza los juicios absolutos, sino que recoge las posibilidades que se abren ante su cámara. Son las formas vistas por una cineasta honesta que mira, recuerda, descubre, capta, refleja e invita a mirar y a interpretar lo observado. Caras y lugares (Visages Villages, 2017), propuesta que dirigió junto al fotógrafo y muralista JR, no se aparta de ese camino artístico y vital iniciado en su época de fotógrafa, un camino al que, una y otra vez, regresa para transitar senderos que la conducen y nos conducen a nuevos y viejos espacios donde descubre rostros físicos que tienen sus propias historias interiores.


A lo largo de la película, 
Agnès pide a su compañero que se quite las gafas de sol tras las que oculta sus ojos. Son unas gafas que, junto a su sombrero, forman parte de su imagen, quizá una que le sirva para afirmarse, distinguirse u ocultarse, pero que no impiden el contacto entre la realizadora y quien siempre las lleva puestas. Varda no ignora que hay una mirada artística y humana detrás de las lentes oscuras, pero desconoce qué les deparará su recorrido común. Ambos representan dos tiempos diferentes, la veteranía de la directora y la juventud del muralista, que se unen para caminar juntos durante un viaje a la imaginación, a la memoria, a la amistad y a la complicidad que ya se afianzan durante el prólogo en el que se cruzan o encuentran en distintos lugares, para insistir en que ninguno fue donde se conocieron. Su recorrido es descrito por sus voces, que se van conociendo y que vamos conociendo. Hablan de que no siguen un plan concreto, ni tienen itinerario fijo, que dejarán obrar al azar. Pero ¿qué y quién define el azar? ¿Se presenta sin más? ¿Se busca? ¿Se fuerza? ¿Forma parte de nuestras vidas o simplemente creemos que está ahí, aguardando a que salgamos a su encuentro? Quizá obedezca a una combinación, a intencionalidad y sorpresa, o forme parte de aquello que todavía se encuentra velado y que se irá desvelando a medida que se avanza en el viaje. Dice que el azar es importante para ella, pero más importante es iniciar el recorrido, dar ese paso inicial que la pone en marcha y le permite encontrar una patata con forma de corazón en Los espigadores y la espigadora (Les glaneurs et la glaneuse, 2000) o a la protagonista de Sin techo ni ley (Sans Toit ni loi, 1985) sus diferentes encuentros con los desconocidos que el destino pone en su transitar. El azar forma parte de los espacios y de los rostros, rostros con su historia, como el hombre que se jubilará al día siguiente sin saber qué será de él mañana —puesto que es la primera vez que se jubila—, y que ellos retratan en el interior del camión-fotomatón de JR o en los exteriores transitados durante su recorrido por una Francia distinta a la de postal. En compañía del fotógrafo, la cineasta continua siendo la entrañable espigadora que recoge fragmentos de vida y de memoria, ajena y propia. En la suya, siempre presente Jacques (Demy), regresan Henri Cartier-Bresson, Martine Franck, Guy Bourdin, Ana Karina o Jean-Luc Godard, a quien homenajea en la secuencia del Louvre y a quien pretende visitar, aunque el realizador no los recibe. Este hecho entristece a Agnés, sus rostro y las lágrimas apuntan dolor y deparan un emotivo final frente al lago Leman, donde JR la arropa con comprensión y ternura, con el gesto que, desvelando su rostro, reconforta a la entrañable cineasta con quien ha compartido experiencias y un espléndido trayecto artístico, cinematográfico y fotográfico.



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