martes, 26 de marzo de 2019

Todos lo saben (2018)

Hitchcock empleaba en sus películas <<un rodeo, un truco, una complicidad>>* al que llamó macguffin; y aunque no fuese significativo, funcionaba como excusa argumental que le permitía atrapar la atención, entretener y, desviando la atención de su público, introducir aspectos de mayor interés para él. Una excusa argumental que llama nuestra atención la observamos en Todos los saben (2018), en el secuestro de Irene (Carla Campra). Su desaparición es el cebo y sirve como detonante para que Ashgar Fahardi dé rienda suelta a las reacciones humanas que desarrollará a lo largo de su película. El secuestro, al tiempo capta el interés de quien observa el drama, introduce los secretos ocultos, las verdades que afloran a raíz del funesto acontecimiento, recelos y asuntos del pasado que salen a relucir en el presente. Inicialmente las relaciones y las costumbres del entorno familiar sonríen a Laura (Penélope Cruz) y a sus dos hijos a su llegada al pueblo. Ella es la mediana de las hijas de Antonio (Ramón Barea), que regresa de Argentina para estar presente en la boda de Ana (Inma Cuesta), su hermana pequeña. Durante los primeros compases, la armonía y la felicidad reinan en el ambiente, como también prevalece durante los minutos iniciales de A propósito de Elly (2008), en la que varios amigos se reúnen en la costa para pasar un fin de semana que guarda no pocos puntos comunes con los aquí expuestos. Se trata de un momento durante el cual no existe cabida para sensaciones que, aunque no asomen, están ahí, a la espera de salir a la luz. Con el secuestro de la adolescente, se da vía libre a la interioridad de los personajes y el tono de la película sufre un vuelvo drástico, que de nuevo remite al film anteriormente nombrado, no por la desaparición en sí misma, que evidentemente transforma la cotidianidad de la familia, afectando a unos y a otros, y en grado asumo a una madre que no puede más que sufrir la impotencia y el dolor, consciente de que las exigencias de los secuestradores se encuentran fuera de su alcance. El cambio tonal provoca que los hechos que se desarrollan en el presente revivan el pasado, un tiempo en el que Paco (Javier Bardem) y Laura mantenían la relación amorosa que no pudo sobrevivir a las circunstancias, fuesen estas consecuencia de las diferencias sociales que todavía sobreviven en la mente de Antonio o a la aparición de Alejandro (Ricardo Darín), el hombre con quien se casó. Quizá poco importe, lo que sí interesa más allá de la intriga planteada, es ese pasado silenciado, que no solo oculta el origen de Irene, sino que precipita que resurjan las diferencias, las heridas y las frustraciones, así como el recuerdo familiar de la pérdida de sus posesiones. En un primer momento, Farhadi describe con precisión a los personajes y el espacio donde ser reúnen, sin prisa, lo cual le permite detenerse en los protagonistas, conferirles personalidad y humanidad, antes de que surja el conflicto que provoca las distancias y obliga a diferentes personajes a tomar decisiones que, sin el drama, nunca se habrían planteado o enfrentado. Ahí se encuentra la sustancia de Todos lo saben, en la toma de decisiones, en los interrogantes que sus protagonistas dejaron de responderse en el pasado y puede que dejen de hacerlo en el futuro, pues el film solo cierra uno de los aspectos planteados, el relacionado con el secuestro, pero deja en el aire las posteriores decisiones y relaciones de las que solo podemos conjeturar, nunca adivinar, porque, como personajes del cineasta iraní, los aquí expuestos son seres con luces y sombras que viven vidas condicionadas por claroscuros.

*François Truffaut. El cine según Hitchcock. Alianza Editorial S. A., Madrid, 1999

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