domingo, 10 de marzo de 2019

Sempre Xonxa (1989)



Hacia finales del siglo XII, la literatura galaico-portuguesa florecía a la par de cualquier otra de la época, incluso en determinados aspectos superándolas, sin embargo la centralización política llevada a cabo en el paso del Medievo al Renacimiento, la guerras Irmandiñas, que concluyeron con la victoria de Alonso I de Fonseca y la monarquía castellana, y la sustitución de la nobleza autóctona por una foránea provocaron "séculos escuros" que mitigaban su sombra en el XVIII, gracias a algunos ilustrados del "prerrexurdimento" —Feixoo, Sarmiento o Sobreira— y la despejaba una centuria después, en el amanecer iluminado por la intensidad literaria de Rosalía de Castro, Manuel Curros Enríquez y Eduardo Pondal. Con la aparición de estos tres grandes autores, la literatura gallega recobraba vida y ya en el XX se afianzaba en las letras de Castelao, Manuel AntonioRamón Otero Pedrayo, Vicente RiscoEduardo Blanco Amor, Celso Emilio Ferreiro, Ánxel Fole o Álvaro Cunqueiro. Pero si la literatura apuntaba una riqueza evidente y, sin exagerar, de talla universal en títulos como A esmorga, de Blanco Amor, el cine autóctono era de escasa producción y repercusión.


Rodada por el pionero cinematográfico José Gil en 1916, Miss Ledya tuvo el honor de ser la primera película de ficción gallega, pero las distintas circunstancias socio-políticas, entre ellas la Guerra Civil (1936-1939) y el posterior franquismo, dieron al traste con cualquier intento de crear una cinematografía propia, ya de por sí reducida previo a la guerra, aunque con intentos puntuales como el nacimiento de Galicia Films —constituida por Gil y Fausto Otero en 1919— y películas tal que Maruxa (Henry Vorins, 1923), primera producción de Celta Films, que también produjo el documental Un viaje por Galicia y Asturias (Antonio Rey Soto, 1925); La tragedia de Xirobio (Rino Lupo, 1927) —un año antes, el portugués Rino Lupo había rodado Carmiña, flor de Galicia (1926)—, inspirada en Cousas, de Castelao, y realizada en la viguesa Vicus Films; o el documental de Enrique Barreiro Pontevedra, cuna de Colón (1927).


Cineastas nacidos en Galicia hubo (y hay) como los hubo (y hay) en cualquier otra parte, entre ellos Manuel Mur Oti, Ramón Torrado, Antonio Román o Carlos Velo —exiliado en México tras la guerra—, pero, salvo Román y su documental Canto a la emigración (1935), Torrado en Sabela de Cambados (1948) o algunos de los cortometrajes de Velo, a quien señalo como precursor, no se realizaron películas que puedan considerarse producto autóctono, algo impensable, o al menos complicado, durante décadas. Con la democracia, el panorama tampoco sufrió grandes cambios, aunque sí hubo un momento decisivo, la irrupción cinematográfica de Chano Piñeiro y su intención de crear un cine que se identificase con la tierra de los "rumorosos". Quijotesco en su intención, en 1978, Piñeiro rodaba el primer largometraje (semi)profesional en gallego, Eu, o tolo (1978), y llamó la atención con la magistralmente humana Mamasunción (1984), cortometraje premiado en la XXVI edición del festival internacional de Bilbao y primera emisión de la TVG (25 de julio de 1985), pero, debido a su prematura muerte en 1995, no pudo continuar su búsqueda más allá de cuatro cortometrajes y dos largos. A pesar de la brevedad de su obra fílmica, queda claro que su autor es una figura seminal del audiovisual gallego, cuyo Sempre Xonxa (1989) ya forma parte de la cultura “galega” y es un ejemplo de “galeguidade” cinematográfica.


<<Coma un xogo, un soño ou algo inalcanzable, un falar por falar, mentres remataba a montaxe de Mamasunción polo outono do 84, xermolou a idea desta longametraxe. Era unha reflexión sobre a amizade, algo que sempre valorei tanto que cheguei a non crer na súa existencia>>

—<<Como un juego, un sueño o algo inalcanzable, un hablar por hablar, mientras terminaba el montaje de Mamasunción por el otoño del 84, germinaba la idea de este largometraje. Era una reflexión sobre la amistad, algo que siempre valoré tanto que llegué a no creer en su existencia>>—

Chano Piñeiro, en A luz dun soño e outros textos de cine.
 
Aparte del idioma, el gallego protagoniza todos sus films, descubrimos en estos peculiaridades idiomáticas y culturales, aspectos etnográficos: sus gentes, mitos, leyendas, tradiciones y por supuesto su paisaje, el cual, en este film, nos traslada a "Serra do Eixo" en la comarca de Valdeorras (Ourense) para mostrarnos las costumbres de una aldea donde descubrimos a los personajes, y las circunstancias que les rodean y afectan en su cotidianidad. En un primer momento, todo suena a idílico porque las presencias de "Caladiño" (Roberto Casteleiro) y de los niños dominan en la pantalla. En ese instante descubrimos la infancia de los tres protagonistas, dos niños y una niña; vemos sus juegos, sus comportamientos fuera y dentro de la escuela de Don Xosé Luis (Roberto Vidal Bolaño), su relación de amistad, pero también del nacimiento del amor que se hace audible en la adolescencia, cuando, antes de embarcarse rumbo a América, el "Birutas" adolescente (Manuel Alonso) confiesa a la joven Xonxa (María Viñas) sus sentimientos. A pocos escapa que estamos ante un triángulo amoroso, tantas veces visto en el cine, pero lo que diferencia a Sempre Xonxa de otras producciones rodadas con anterioridad en Galicia reside en la "galeguidade" del entorno, de la cotidianidad y de la presencia de la emigración, constante en el pueblo gallego. En relación a esto último, encuentro excepcional como Piñeiro nos muestra el regreso de los indianos en la figura de "Birutas" adulto (Miquel Insua), con su traje blanco, su panamá a juego, su aire de superioridad mundana y su lujoso automóvil, símbolo del éxito y de la riqueza obtenida al otro lado del Atlántico, o como la cámara capta los rostros del adiós al terruño en el puerto de Vigo, donde el retornado engaña a Pancho (Xavier R. Lourido) para que, en soledad, abandone su hogar, a su hija y a Xonxa (Uxía Blanco), siempre Xonxa, la imagen de la tierra y de la mujer gallega, de su fortaleza, de su entereza y de la resignación a la hora de asumir la distancia de su marido o la violencia del obsesivo deseo del indiano.

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