lunes, 25 de enero de 2021

Rosalía de Castro (1968)


Ben sei que non hai nada

novo en baixo do ceo,

que antes outros pensaron

as cousas que ora eu penso.


E ben, para qué escribo?

E ben, por que así seamos:

relox que repetimos

eternamente o mesmo.


Rosalía de Castro: Follas Novas.


Rosalía de Castro (1837-1885) fue un ejemplo magistral de una escritora que habla de sí misma, puede esconderlo entre ficciones y versos o repartirlo entre sus personajes, pero ni las novelas ni los poemas pueden tapar que el origen de cuanto escribe está dentro y no fuera, aunque el exterior marque las impresiones que verán luz en palabras y rimas. Cuando me refiero a hablar de sí misma no solo aludo a las circunstancias personales, sino a como la escritora interpreta su época y aquello cuanto ve y siente. Sus escritos desvelan una mujer diferente, ya el mero hecho de ser mujer y escribir poesía o prosa, en gallego o castellano, podría ser considerado en el siglo XIX un hecho excepcional, pero Rosalía era una excepción porque no solo se adelantó a su tiempo, sino que lo vivió a flor de piel. Era diferente porque era incapaz de ocultar, de asumir la distancia y el silencio como su lugar, era diferente porque reaccionó contra injusticias sociales y contra la injusticia que todos compartimos, la del dolor ante la pérdida.


<<Quen medite a obra de Rosalía sentirá como nela desaparece toda prevención literaria e fica poderosa na súa aparente debilidade, completa na súa interpretación intuitiva da vida, perfecta na non procurada expresión do verso, a alma enteira de Galicia, a súa dor e a súa esperanza, o gusto do sacrificio e a tráxica fermosura de inmolarse nun altar que non poden dourar soles de Gloria.>>


<<Quien medite la obra de Rosalía sentirá como en ella desaparece toda prevención literaria y permanece poderosa en su aparente debilidad, completa en su interpretación intuitiva de la vida, perfecta en la no procurada expresión del verso, el alma entera de Galicia, su dolor y su esperanza, el gusto del sacrificio y la trágica hermosura de inmolarse en un altar que no pueden dorar soles de Gloria.>>


Otero Pedrayo, Ramón: Ensaio histórico sobre a cultura galega.

La poetisa de Cantares Gallegos (1863) cantó a su tierra, a su infancia perdida, a la emigración y a la morriña, a la aflicción ante la muerte de los seres queridos y a la injusticia de los oprimidos. Y, aunque ella era uno de ellos o se sentía así, Rosalía no era la mujer que asoma a lo largo de los cinco episodios que componen la miniserie Rosalía de Castro (1968), a quien siempre observamos afligida o fingiendo aflicción, pues el problema de la serie realizada por Cayetano Luca de Tena ya no es solo su excesiva teatralidad o artificialidad, es la ausencia de identidad y de emoción tanto en el personaje interpretado por Ana María Vidal como en el resto de los que asoman a lo largo de los capítulos de esta biografía rodada en estudio, y que abarca desde la llegada de Rosalía a Madrid hasta su muerte en Iría Flavia (Padrón). De ahí que ninguno sea creíble o que todos sean increíbles por la falsedad que destilan —y pasaré por alto la sensación que me generó el laísmo en boca de tres personajes de mujeres gallegas. Por ejemplo, Gustavo Adolfo Bécquer asoma en el capítulo uno para soltar un par de frases hechas, que podrían pasar por las de un poeta, pero si el personaje se hubiera llamado X, no notaría el cambio (solo habría perdido el prestigio de representar a Bécquer), ya que carece de personalidad. Lo que tienen los personajes son los nombres, pero un nombre por sí solo no hace a la persona que lo porta, ni a la artista que expresa sus ideas, su dolor, su disconformidad, su amor, su miedo, que expresa la realidad y la emoción de ser mujer, gallega, mortal.




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