lunes, 25 de julio de 2022

San Demetrio London (1943)


Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), la marina mercante británica navegó el Atlántico norte de su costa a la estadounidense, y de nuevo al puerto de partida, para llevar a suelo inglés el material bélico, los alimentos y el petróleo necesarios para continuar resistiendo el cerco y la envestida alemana durante los primeros años del conflicto armado; a la espera de que el pariente norteamericano se decidiese a entrar en la guerra y aligerase el peso que escoceses, galeses e inglesas soportaban desde que se produjo la caída del continente europeo. Los estudios Ealing de Michael Balcon se volcaron —a instancias del gobierno británico— en la producción de películas de propaganda bélica durante este periodo de guerra, pero también son películas que, en su buen hacer y en sus mejores casos, todavía resultan una delicia ver. Ese buen hacer era una de las máximas de Balcon y se aprecia en San Demetrio London (1943), un film realizado por Charles Frend, quien también participó en la escritura del guion. Inspirado en el rescate del San Demetrio real, Frend trabajó el argumento y la historia al lado de Robert Harmer —quien, sin acreditar, rodó algunas escenas— y Pen Tannyson, responsable de Convoy (Pen Tennyson, 1940), otro título de referencia del bélico hecho en la Ealing, y en el que ya se apuntaba la importancia de la marina mercante en la guerra que se estaba librando, ya que sin esos barcos de carga, Gran Bretaña habría sido asfixiada por falta de recursos.



En San Demetrio London, la Ealing homenajea a esos marinos no militares que se entregan y se sacrifican por el bien común de su país: ganar la guerra, pero nunca pierde de vista la importancia de realizar una buena historia, una que entretenga y contenté al público, al tiempo que le comunique la propaganda exigida por la situación bélica que se estaba viviendo en la realidad: el tiempo de guerra reflejando en el film de Frend, el cual se inicia en la calma que precede a la tempestad. En esta ocasión, la tormenta se presenta en forma de buque enemigo, que cañonea el navío inglés, a su regreso de Galveston (Texas) donde ha cargado sus bodegas hasta los topes de petróleo. De poco le sirve al San Demetrio viajar en un convoy, ya que se rezaga y sufre los cañonazos que obligan al capitán y a los hombres a abandonar la nave; siendo rescatados todos menos un grupo de marineros que navega en un bote salvavidas durante dos días y dos noches, padeciendo hambre y frío, prácticamente resignándose a perecer. Pero el mar les devuelve al viejo conocido, que todavía se mantiene a flote, aunque su aspecto no augura nada bueno: las llamas continúan sobre la cubierta, amenazando con hacer volar lo que ya podría llamarse viejo cascarón. No obstante, los hombres eligen subir a bordo y arriesgar sus vidas en el petrolero, que hallar una muerte casi segura en la barca. A partir de ese instante, la película se trasforma en una constante superación y colaboración, previamente lo había sido de supervivencia, sin héroes puesto que todos lo son. De eso se trata, de elevar la moral con un film donde el espíritu británico no se rinde ni en las condiciones más adversas. Son hombres corrientes, pero todos son héroes en los instantes más decisivos, que son tácticamente todos desde el ataque. No se dejarán vencer ni se darán por vencidos; y ese es el mensaje propagandístico, el que sale a relucir a la superficie gracias al esfuerzo conjunto que se convierte en la heroicidad coral de un grupo de hombres al límite, cuyo esfuerzo y entrega sirven para que los autores del film logren uno de sus propósitos: levantar y unir el espíritu de la “Union Jack” en escoceses, galeses, ingleses, quizá algún irlandés del norte, e incluso un canadiense que viajan en el mismo barco y reman en la misma dirección.




No hay comentarios:

Publicar un comentario