jueves, 14 de julio de 2022

El atentado (1972)


En 1965, cuando se dirigía a una cita con George Franju, para concretar aspectos de un film en el que debía asesorar al realizador de Los ojos sin rostro (Les yeux sans visage, 1960), el político, activista y disidente marroquí Medhi Ben Barka era secuestrado en Paris y trasladado a una casa en las afueras donde sería torturado y asesinado. Aquel crimen, que continúa sin aclarar algunos interrogantes, ha dado pie a especulaciones, supuestos y teorías de la conspiración como la expuesta por Yves Boisset en El atentado (L’attentat, 1972). Pero, por muchos huecos a rellenar para establecer la autoría del crimen —hasta dónde alcanza y quiénes estuvieron detrás del mismo—, de lo que no cabe duda es de la muerte del líder del movimiento tercermundista y opositor al régimen totalitario de Hassan II y que esta se produjo cuando los países del llamado Tercer Mundo vivían su descolonización y buscaban vías comunes que les posibilitara ser autosuficientes; es decir, liberarse del control de las potencias occidentales.



Rellenando vacíos con posibilidades y especulaciones, que parten de pruebas, datos y testimonios, Ben Barzman y Basilio Franchina escribieron el escenario original que encontró en Jorge Semprún a un adaptador de lujo. El intelectual madrileño, afincado en Francia, se encargó del guion y los diálogos de esta minuciosa reconstrucción que gira en torno Sadiel (Gian Maria Volonté), personaje directamente inspirado en Ben Barka, y Darien (Jean-Louis Trintignant), un antiguo militante del FNL argelino y marioneta en manos de las fuerzas reaccionarias que lo chantajean y utilizan para el éxito de un plan en el que también están involucradas las inteligencias francesa y estadounidense. La condición de exiliados acercaba a Semprún y a Ben Barka, también lo hacía su lucha política contra las totalitarismos que controlaban sus respectivos países de origen, paralelismos que hacían del escritor y político español un guionista idóneo para desarrollar la trama y los temas de una película cuya secuencia final habla por sí sola, al echar tierra sobre el asunto.



Partiendo de la realidad arriba aludida y apoyándose en la ficción, Boisset realizó un espléndido thriller de intriga que detalla la conspiración política. El resultado es uno de los títulos más destacados de esta corriente cinematográfica de denuncia, en la que se apuntaba la ambigüedad de la geopolítica, los trapos sucios y los intereses en la sombra. En definitiva, denunciaba situaciones que marcaban el rumbo de la política mundial. Z (Costa-Gavras, 1970), con Semprún de coguionista, quizá sea el título más reconocido de este tipo de thriller en el que también podría situarse Acción Ejecutiva (David Miller, 1973) o I como Ícaro (Henri Verneuil, 1977). Todos ellos exponen de forma brillante conspiraciones que apuntan hacia la realidad contemporánea, en la que encuentran su inspiración Sadiel o Z. La crisis sociopolítica de Marruecos, apuró a Hassan II a un cambio, que finalmente no se llevó a cabo, pero que fue la excusa para ponerlo en contacto con Ben Barka, a quien anteriormente había condenado a muerte. Este contacto es el punto de partida del film, que apunta el posible regreso del activista a Marruecos para emprender una reforma que disgustaría a quienes de inmediato se ponen a conspirar para secuestrarlo y, si fuese preciso, eliminarlo, como parece apuntar el agente (Nigel Davenport) de la CIA que al inicio proyecta las imágenes en las que se observa al objetivo y al medio para atraparle: Darien, un títere que los ponga en contacto con la otra víctima, ya que él mismo no deja de ser víctima de los entresijos y los intereses en la sombra del poder.




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