En colaboración del soviético Aleksandr Kosarev, el exiliado chileno Sebastián Alarcón realizó Noche sobre Chile (Noch nad Chili, 1977), una producción de Mosfilm que recrea los primeros momentos del golpe de estado militar en Chile; centrándose en los hechos acontecidos en el Estadio Nacional, el mayor campo de concentración chileno desde el 13 de septiembre hasta el 9 de noviembre de 1973. En sus instalaciones, más de doce mil personas fueron encerradas, amedrentadas, despojadas de sus derechos básicos, torturadas y muchas de ellas asesinadas por el brazo ejecutor de la junta militar, que desató su represión y su odio para enviar el mensaje de terror que la afianzase en el poder al que había accedido por la fuerza armada. El film, <<dedicado al valiente pueblo de Chile>>, fue el primer largometraje de Alarcón, también su primera ficción cinematográfica. Cuando se produjo el golpe de estado, el cineasta estudiaba cine en la Unión Soviética, donde pasaría su exilio y donde no tardó en abordar el conflicto en su cortometraje La primera página (1974), pero lo hacía desde la distancia que separa Moscú del país sudamericano. En la exitosa Noche sobre Chile —más de ochenta millones de espectadores vieron el film— la distancia narrativa desaparece, al abrirse en la negra mañana del 11 de septiembre en las calles de Santiago, cuando los militares sublevados justifican su aberración afirmando que es <<su misión histórica>> salvar la patria; avanzado el metraje, el general que interroga a Manuel Valdivia (Grigore Grigoriu), el protagonista, asegura que el levantamiento es el medio para establecer la democracia y <<una sociedad donde no haya marxistas, solo el pueblo y sus líderes>>. La justificación nada justifica, la democracia referida no llegaría hasta 1990 y el discurso repite el mismo vacío y una violencia similar a otros golpes de estado previos, sin distinción ideológica, pues todas ellos derivan en sociedades donde hay pueblo (oprimido) y líderes (que oprimen para su bien vivir), igualando en este aspecto los sistemas fascista, soviético o castrista. Si bien dramatizado, Alarcón se cuida de caer en el exceso dramático y logra ajustar el tono al de un documento que detalla (recrea) la represión en su crudeza, mostrando un espacio inhumano donde se destruyen las mentes y los cuerpos de los hombres y mujeres atrapados en las calles, en sus hogares o en locales y hacinados en el estadio.
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