Basada en la novela de José Antonio Zunzunegui, El mundo sigue es una de las grandes películas de Fernando Fernán Gómez, también una de las más incomprendidas en su momento, quizá porque el realizador la trasladó a la pantalla dotándola de una atmósfera desgarradora, en la que sus personajes se siente atrapados por sus fracasos, por sus deseos y por unas relaciones que se ven condicionadas por estos. En su momento, el film pasó desapercibido, posiblemente debido a esa dureza infrecuente en el cine español de aquel entonces. Tampoco jugaría a su favor la presencia de Fernán Gómez (hasta ese momento encasillado en papeles cómicos) en un drama realista que no da lugar a la esperanza, porque ese tiempo ya ha pasado, y ahora solo queda vivir un presente angustioso, incierto y lleno de carencias. Eloísa (Lina Canalejas) tiene cuatro hijos a los debe mantener, con la inexistente ayuda de un marido que, en lugar de apoyar con su presencia y con el dinero de su trabajo como camarero, desaparece sin avisar una y otra vez, condicionado por su enfermiza afición al fútbol y a las quinielas, adicción que Benito (Fernando Fernán Gómez) justifica con la cercana posibilidad de un pleno que les convierta en millonarios. Sin embargo, el tiempo pasa y lo único que ha conseguido es distanciarse de una esposa que lamenta su suerte, recordando un pasado en el que había sido elegida Miss Maravilla y que pudo haberle abierto unas puertas, ahora cerradas. Tan sólo le queda acudir a la casa de sus padres, para pedir ayuda económica, pero estos poco pueden aportar, pidiendo a sus hermanos que colaboren con lo que puedan. Sin embargo, Eloísa rechaza la ayuda de su hermana, con quien mantiene una relación de odio y rechazo más fuerte que ella; por este motivo, siempre sale desesperada de la casa familiar, tras las eternas discusiones que mantiene con Luisita (Gemma Cuervo), a quien juzga como una mujer de vida disipada, por su constante afición a los hombres. La vida de esta familia de clase media baja se muestra agobiante, no se aceptan y sus relaciones se encuentran condenadas al fracaso, fruto de los prejuicios y de la falta de solidaridad entre ellos. Así pues, el mundo de Eloíse se desmorona, su amor por Benito la martiriza, y la tentación de dejarle y buscar la ayuda en otro hombre se presenta en su mente, sin embargo, la rechaza, pues ella no es como Luisita, a quien el cabeza de familia ha echado de casa por su falta de decencia. Esa falta de decencia pronto se convertirá en un orgullo para sus padres, al descubrir que su hija pequeña se relaciona con hombres de considerable poder adquisitivo. De este modo, el dinero se convierte en el eje que rige la vida de la familia, tanto su ausencia como su presencia, por ello, Agapito (Francisco Pierrá), el cabeza de familia, acepta de buen grado la nueva posición de Luisita, quien a sus ojos ha triunfado tras casarse con un millonario. Como igualmente se alegra del triunfo de Benito cuando éste se presenta informando que ha acertado la quiniela. Este momento de felicidad, que Eloísa comprende como una oportunidad para dejar de mendigar, resulta un espejismo y una desilusión que marca definitivamente a su marido, alejándole de ella y de sus pequeños.
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