Observar como desde un helicóptero que sobrevuela un inmenso manto blanco se dispara repetidamente sobre un perro, que esquiva las balas como buenamente puede, no deja indiferente, como tampoco deja indiferente comprobar como el individuo que, tras descender del aparato, continúa disparando sobre ese mismo animal, ignora la presencia de Mac (Kurt Russell) y compañía. Estos, perplejos y amenazados por las balas, no comprenden los gritos del extraño, sólo saben que parece fuera de sí y que deben actuar rápidamente o matará a alguien de la base. Así comienza uno de los clásicos de terror y ciencia-ficción de la década de 1980: La cosa (The thing), una película dirigida por John Carpenter, en la que empleó su buen criterio a la hora de narrar una situación desesperada dentro de un espacio reducido y aislado. Inspirándose en la novela corta ¿Quién hay ahí? Who goes there? de John W.Campbell, Jr., que ya diera origen a El enigma de otro mundo (The thing from another world) de su admirado Howard Hawks y de Christian Nyby, La cosa de John Carpenter se desentiende de la propuesta anterior y cobra su propia personalidad, transformándose en todo aquel con quien mantenga contacto, como ese perro que deambula por la base y que el noruego que descansa en el depósito había querido matar. Cuando el equipo descubre la increíble identidad del animal, ya es demasiado tarde, porque puede que alguno de los miembros de la expedición científica ya no sea él. El miedo crece, nadie se fía de nadie, cualquiera puede ser la cosa, algo que el doctor Blair (Wilford Brimley) sabe y que parece le ha afectado más que a los demás, pues destruye cuanto podría ponerles en contacto con la civilización; por lo que se puede entender de su arrebato de locura no está dispuesto a que un ser de otro planeta, que lleva más de cien mil años congelado en el hielo antártico, sustituya a toda la población mundial. La lucha contra el tiempo y contra un enemigo letal, que se mantiene oculto a la espera de una oportunidad para atacar, también se ha convertido en una lucha interna, en la que nadie se libra de las sospechas de los demás, porque cualquiera podría ser la amenaza de otro planeta. Mac sabe que él es humano, y sabe que alguno de sus compañeros también los son, en caso contrario le hubiesen atacado; esa es la ventaja con la que cuentan, una idea a la que se aferran para poder descubrir al infiltrado. Sin embargo, el método para descubrir a la cosa es saboteado, poniendo fin a las pocas esperanzas de un grupo que empieza a sufrir las consecuencias del terror y de la desconfianza. No hay salida, sólo es cuestión de tiempo antes de que todos sucumban bajo los tentáculos de un ser que puede imitar cualquier forma de vida y que no pretende dejarse atrapar. La armonía se ha roto, y las sospechas del sabotaje recaen en tres de los miembros del equipo: el doctor Cooper (Richard Dysart), quien había propuesto el método para identificar al alienígena, Clark (Richard Masur), el que más contacto ha mantenido con el supuesto perro, y Garry (Donald Moffat), el agente de seguridad de la base que tiene las llaves de acceso a todas las zonas de la base. Pero no pasará tiempo hasta que la desconfianza de los demás caiga sobre el propio Mac, quien debe luchar contra todos si pretende sobrevivir. En La cosa se aprecian, si no todas, sí muchas de las características del mejor John Carpenter: un lugar aislado, en este caso mucho más aislado de lo habitual, una estación científica en la Antártida, en la que una especie cowboy con sombrero y pistola, interpretado por su actor predilecto Kurt Russell, debe enfrentarse a una amenaza mortal que se ha apoderado del entorno, al tiempo que se producen las relaciones dentro de un grupo reducido de personas que se encuentra superadas por una situación límite de la que no pueden salir.
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