sábado, 2 de agosto de 2025

Del vicio de caminar


Caminar es un vicio que practico desde que di los primeros pasos y no me arrepiento ni de la práctica ni de mi adicción. Al contrario abuso de ella siempre que el tiempo me lo permite y supongo que algún día tal exceso me pasará factura. Mas por ahora, pongo un pie tras otro, en alternancia regular y continuada, sin tener que pensar que se trata de un movimiento mecánico, el cual me libera de prestarle atención y da rienda suelta a que mi pensamiento piense en otras cosas. Las más, tonterías relacionadas con lo que hay alrededor, con sueños que se repiten, pero que ya no son iguales, con fantasías, realidades, alegrías y frustraciones que van quedando atrás, a la espera de las nuevas que lleguen, pero también me acompañan otras estupideces que llevo dentro. Así me digo que todo parece igual, pero que basta con detenerse un instante para ver que siempre se producen pequeños cambios, y que debido a su aparente insignificancia no nos sacan de la cotidianidad. No nos alarman ni asustan. Son los grandes, los inesperados, aquellos que atribuimos a la buena o mala suerte, a los grandes acontecimientos de la vida, los que nos tambalean o los que simplemente cobran apariencia novedosa, esa que nos confirma que algo cambia a nuestro alrededor o mismamente en nosotros. Caminar me hace pensar en los pequeños detalles, en las casi invisibles evoluciones e involuciones que se producen en nuestra marcha. Tampoco voy a negar que, a veces, tengo mayores aspiraciones reflexivas y que pienso en cuestiones en apariencia más grandes. De esto iba hablando conmigo mismo ayer por la tarde, al tiempo que avanzaba en la lectura de Vida líquida, en la que Zygmunt Bauman ensaya sobre un mundo en constante fuga, más que en cambio, en el que nada perdura porque ya nada resulta ser sólido. Tal vez su lectura inspirase o guiase mi pensamiento, pero quizá no fuesen las páginas, sino ese puente ante el que me detuve un instante tal vez para decirme que ni siquiera el puente de piedra que tengo delante es inmune a los cambios, ese mismo puente que unos pasos después veo detrás o del otro lado. Al tiempo que lo pensaba, caminaba bajo uno de sus arcos y sin darme apenas cuenta la construcción no tardó en convertirse en la imagen pasajera que me costaba recordar…



viernes, 1 de agosto de 2025

Emil Cioran y Del inconveniente de haber nacido


Seguro que Emil Cioran no fue el primero en decirse que el nacer trae sus inconvenientes, ya solo fuera porque te obliga a morir y a pocos nos gusta tal idea, y no os digo el tener que estar sujeto a sufrirla (y a sufrir la de otros), cuando todavía uno está aprendiendo a lidiar con las paradojas de la vida. Cierto que pocos intentan tal aprendizaje, pues en mayor número se limitan a dejarse estar, hasta que dejen de estar, sin pensar que han estado… Pero, bien o mal mirado, tal vez estos sean los más sabios. Así es el contrasentido de la vida, que naces y al final te mueres, y ya no sabrás qué tiempo hará el día siguiente ni quien caminará sobre la Tierra un lustro, un siglo o un millón de años más tarde, pues, para quien muere, no habrá más jornadas, ni un antes ni un después. Esto queda para los vivos. Y Cioran, que lo era mucho en su lucidez, fue uno de quienes mejor pensaron y escribieron sobre las contradicciones de la vida, desde una postura crítica, un tanto nihilista, no exenta de humorismo, de honestidad y de claridad, por ejemplo en un libro que tituló Del inconveniente de haber nacido, publicado por primera vez en 1973, el cual depara una lectura de aforismos y reflexiones entre pesimistas e irónicas que desvelan lo bien que pensaba este exiliado rumano, asentado en Francia, pero que nunca se encontró en ningún lado, salvo cuando reflexionaba y escribía perlas como <<la lucidez es el único vicio que hace al hombre libre: libre en un desierto>> o <<siempre tenemos la impresión de que podríamos hacer mejor lo que otros hacen. Desgraciadamente, no tenemos el mismo sentimiento hacia lo que nosotros mismos hacemos.>> Acaso, ¿no? ¿Quién puede decir que estaba errado? De cualquier modo, en el desierto nadie te escucha. Pero no por ello la lucidez deja de tener valor. Al contrario, ya que se trata de una rareza adictiva que, quien da con ella, se engancha y ya no quiere dejar de pensar y descubrir el mundo que le rodea, al que pertenece no por decisión, sino porque ha llegado a él sin escoger ni la fecha ni el lugar, ni la familia ni la ideología ni su posición económica.

<<El pensamiento no es nunca inocente. Porque es implacable, porque es agresión, nos ayuda a romper nuestras trabas. Si se suprimiera lo que entraña de maldad, e incluso de demoníaco, habría que renunciar también al concepto de liberación.>> La lucidez es vicio que rompe cadenas y que no gusta a lo políticamente correcto, al orden establecido, ni a las multitudes que lo acatan fuera de ese desierto donde vaga quien disiente no por el hecho de disentir, sino por pensar y ver que no todo va bien, e intentar <<romper nuestras trabas>>. Claro que si al menos se callara, pero no, la mayoría de los lúcidos, van y hablan. Ay, presumidos de vuestro luminoso vicio, ¿cómo no vais a caminar por el desierto o permanecer en él cual Simón? O mismamente vivir aislados, en un cuarto de baño, en un intento de apartarse del mundo. Tal vez, por similar lucidez, ya sabe el dicho “dios los cría y ellos se juntan”, a Buñuel le diese por colaborar con Julio Alejandro y rodar Simón del desierto (1964) y a Juan Estelrich, partiendo del guion de Rafael Azcona, El anacoreta (1976). Y es que a Cioran tampoco le falta humor para hablar de la vida, ni sinceridad para abordar la no la muerte y decir que <<es imposible sentir que hubo un tiempo en que uno no existía. De ahí ese apego al personaje que se era antes de nacer>>. El verdadero inconveniente de haber nacido no es morir, que sí, por supuesto, aunque una vez muerto, ya siempre seremos el <<personaje que se era antes de nacer>>. Cioran habla de la vida, de como pueden arrebatarte la libertad, de como se puede vivir a ciegas o cegado, algunos menos buscando una posible luz que pueda evitar la sensación de que algo falla en todo este tinglado. Incluso llega a decir que <<el sabio es aquel que consiente en todo porque no se identifica con nada. Un oportunista sin deseo.>> ¿A qué se refiere? ¿A la postura de Lao Tsé o a donde hemos llegado, a la indiferencia? En cualquier caso, su visión, la expuesta en este tratado, contempla lo fanáticos e idiotas que somos y lo expresa sin vergüenza. Faltaría, pues Cioran es un auténtico vicioso de la lucidez y un tipo al que no le falta arte para exponer los resultados de su vicio…


El entrecomillado pertenece a Emil Cioran: Del inconveniente de haber nacido (traducción de Esther Seligson). Editorial Taurus, Madrid, 1981.