Casi al final de la cuesta, volví la vista atrás y miré el lugar de donde venía. Tan lejos, tan cerca, me dije como expresaron tantos antes que Wenders. Entonces, ¿en qué quedamos? ¿En la misma distancia? Eran dos interrogantes malintencionados como otros cualquiera cuya intención pretendía alejarme de la comodidad del sí y del no, interrogantes con los que no buscaba una respuesta precisa, sino un instante para divagar sobre lo relativo de las distancias y de la medida (no científica) de las cosas. Son varias las cuestiones que me planteo acerca de esto y de aquello, algunas se aproximan, otras se distancian; supongo que son tiras y aflojas similares a los que entretienen a las personas que aspiran a contemplar algunos paisajes y tiempos físicos y emocionales que nos suman y nos restan. Muchas se repiten en intermitencia, otras desaparecen para no regresar, al menos todavía, y las hay que nacen de experiencias y emociones que siento de este modo y no de ese, ni de aquel, porque, en ese instante, que siento de modo distinto a otro, también las preguntas son otras, aunque no dejen de referirse a prácticamente lo mismo: la existencia, el caminar por la vida consciente de que, aunque en la quietud, siempre doy pasos, algunos de “ciego” y no pocos que me adentran en callejones sin salida. En aquel instante, observando en la distancia “a Cidade da Cultura”, me pregunté qué es cultura y a quien le importa. Por hoy, guardo las respuestas que me di, porque tal vez mañana descubra aspectos desconocidos o que me pasaron por alto; aunque cualquiera que haya leído algunas de las entradas de este blog o mi libro Rincones sin esquinas puede hacerse una idea de mi sentir al respecto. Contemplando aquella estampa y pensando en sus posibles significados, también me planteé para qué publico entradas en un blog, si apenas se lee lo publicado. Ya no digamos si se trata de un libro. No era la primera vez, y supongo que no será la última, pero, cuando surge, no tardo en olvidar la cuestión y sigo escribiendo sin el menor sentido práctico, que es mi sentido…
Carezco de ambiciones prácticas, no compito con nadie salvo conmigo mismo y me dejo poseer por una desgana natural a la hora de promocionarme, puesto que no le veo más razón que la venta y considero que existen otras prioridades. Dicha desgana me impide crear una imagen falsa con la que atraer y engatusar a quienes ya tantos medios y “creadores” no miran como personas, sino como consumidores, seguidores o fans, lo cual da que pensar, si uno piensa que cualquiera de esos sustantivos remiten al no pensar o a la incapacidad crítica, y me planeta en qué nos hemos o nos han convertido. En todo caso, me resulta indiferente caer simpático o antipático —personalmente, me caigo bien los días impares y mal los pares— y rechazo fingir ser quien no soy para lograr un objetivo cualquiera. No soy lo que se dice maquiavélico y el modo de hacer y los medios que escojo me determinan, así que me niego a negarme y en esta doble negación me reafirmo sin rubor y continuo ya más cerca del final que del principio. Empecé el blog en 2011, sin embargo, si miro atrás en el tiempo, me veo escribiendo por gusto desde niño y, si miro adelante, sé que, si una causa de fuerza mayor no lo impide, seguiré haciéndolo hasta que muera… El hablar de cine, tema supuestamente dominante en el blog, solo es un entretenimiento y una “tapadera” que me permite desarrollar ideas a partir de esta o de aquella película; incluso sin contar con aquella o con esta película. En realidad, nunca he sentido aspiraciones en este medio ni necesidad de expresarme audiovisualmente, ni siquiera he sentido la tentación de escribir un guion, pero la literatura la siento de forma distinta. Me atrapa, me apasiona y, además, quiero que así sea.
Para bien y para mal, los libros forman parte de mí desde la infancia. Vivo rodeado de ellos, y me sumerjo en ellos, apenas tengo espacio para amontonar el número creciente de volúmenes —que acumuló por puro vicio y placer, pero más por curiosidad e ilusión—, de los que prácticamente he leído todos. Los lugares donde más cómodo me encuentro o con los que mejor identifico, a parte de los espacios abiertos y sin excesiva gente, son las bibliotecas y las librerías, pero muchas de las que hoy veo, las descubro impersonales y atendidas por personas que, sospecho, no han leído ni un 0,01 % de los títulos que tienen a la venta. Claro que, tal vez, ahora eso ya no forme parte de su trabajo, más dedicado al cobro y a la consulta de fondos en el programa informático. De niño, me encantaba estar en la calle, donde, gracias a que apenas había tráfico, pasaba horas y horas jugando, pedaleando o peleándome, y en la biblioteca del colegio, también en la del pueblo de mi padre, entre libros. Por eso, en séptimo y octavo curso, llegaba antes y me quedaba después de las clases, encargado junto a otros compañeros de gestionar la biblioteca de la escuela: prestábamos libros, los ordenábamos cuando los devolvían y podía leer los que quisiera. Mis primeros relatos son de aquella época, la de la Educación General Básica, pero no conservo ninguno de los que escribí (recuerdo que eran de dos o tres folios de extensión), ni ningún ejemplar de la revista del colegio en la que participaba, para ella escribí algún texto e hice un par de entrevistas a adultos conocidos por su ocupación laboral. Mis periodos en el instituto y en la universidad fueron un continúo desfase, o lo era yo, que ocupaba la mayor parte de mi atención, aun así a los veintiún años terminé mi primera novela, que me sirvió como experiencia y de paso torpe en un aprendizaje literario y humano que todavía continúa. Más adelante, llegaron otras que tampoco publiqué, pero que me hicieron caminar nuevos pasos en busca de más caminos; algunas inacabadas, otras las concluí, y así andamos entre la posibilidad y lo ya imposible…
El blog, como apunto arriba, surgió en 2011, a raíz de una idea compartida con una persona cercana y a la (nula) promoción de otra novela, la primera que publiqué (y que ahora pretendo corregir y volver a publicar). Las primeras entradas fueron pensamientos sueltos y comentarios sobre alguna película y libros, entre estos La iliada, A sangre fría, Las ratas, 20.000 leguas de viaje submarino, El idiota, Nostromo, A esmorga, El Jarama y alguno más que se podrá encontrar en el archivo. La idea era crear un espacio personal en el que mezclar literatura, cine, historia y pensamientos; por un tiempo me desvíe de ese camino, pero tal como vengo haciendo desde hace algunos años, desde que comprendí lo inútil e insignificante que es un blog como este, salvo para quien lo escribe, volví a la idea original, aunque ahora prestando mayor atención a la literatura y a otras cuestiones que no estén directamente relacionadas con el cine…
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