miércoles, 27 de agosto de 2025

La última solución de Grace Quigley (1984)


Producida por The Cannon Group, Menahem Golam y Yoram Globus, una productora de serie B que tuvo su momento en la década de 1980, La última solución de Grace Quigley (Grace Quigley, Anthony Harvey, 1984) contó con dos estrellas de primer orden; además, volvía a reunir a Katharine Hepburn con su amigo Anthony Harvey, quien ya la había dirigido en El león en invierno (The Lion in Winter, 1968) y en la adaptación televisiva de El zoo de cristal. Posteriormente, ambos colaborarían de nuevo en otra película para televisión: Volver a enamorarse (This Can’t Be Love, 1994), que la actriz protagonizaría junto a Anthony Quinn, otro icónico que había debutado en el cine en la década de 1930. En La última solución de Grace Quigley fue Nick Nolte quien se apuntaba a la fiesta, para dar réplica en pantalla a la mítica actriz en este deambular cinematográfico entre la comedia negra y el esperpento que se establece en una relación edípica, materno-filial, extraña o no tan extraña, entre la anciana interpretada por Hepburn y el asesino profesional que encarna Nolte, a quien la primera pretende transformar en un eliminador humanitario que solo “ayude” a los necesitados y sufridores que desean poner fin a sus dolorosas existencias. De ese modo, a ojos de los ancianos que requieren sus servicios, Nolte, que idealiza a Grace, que no tarda en ocupar el lugar de la madre que el profesional nunca tuvo, se convierte en un ser de esperanza para quienes sufren y acuden a él como si fuese algo así como un ángel que acabará con sus sufrimientos, con el verse ninguneados y desamparados en un mundo sin freno en el que su entorno parece decirles que ya no tienen cabida ni un motivo por el que vivir. Esto mismo siente Grace cuando le entregan la orden de desahucio al inicio de la película; pero ella, gracias a la idea que le brinda su encuentro con el asesino, se emociona, pues encuentra una razón para vivir: ser la representante de alguien que acabará con los problemas y el dolor de quienes piensan que ya no tienen ningún motivo vital o que buscan liberarse de sus miserias, lo cual, en palabras de Grace, sería algo así como ayudar a quienes por voluntad propia han decidido morir porque sus vidas están heridas y se desangran, duelen. En este aspecto, la película resulta valiente, pues apunta una situación de desamparo social a la que se enfrenta parte de la población; en este caso aquellas personas que, al alcanzar una edad, sienten como el aislamiento y el ninguneo forman parte de su existencia, como si les borrasen en vida la posibilidad de vivir una vida digna en la que sentirse parte. Ese necesidad vital es la que siente Grace cuando empieza su labor altruista, pero es la íntima que mantiene con Seymour la que le da un sentido profundo y pleno donde antes solo había desilusión. Algo similar le sucede al joven profesional, quien, hasta que se produce la asociación madre-hijo, acude al psiquiatra en busca de una solución para el mal que le aqueja, el que surge cuando se enfrentan su conciencia y su labor profesional…

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