martes, 30 de agosto de 2011

El último refugio (1941)


Señalar las fronteras que marcan un antes y un después en la evolución del cine, y de sus géneros, resulta complicado y un tanto arriesgado, si se desconocen los pasos evolutivos que llevan de un punto a otro; pero, conscientes de esto, se podría afirmar que El último refugio (High Sierra, 1941) marca una línea divisoria entre el ciclo gansteril de la década de 1930 y el cine negro de la década siguiente. En este aspecto, se trata de una película de transición que da paso al film noir propiamente dicho. Es decir, a partir del guion de John Huston —que ese mismo año daría otro paso evolutivo al género con El halcón maltés (The Maltese Falcon, 1941)— y W. R. Burnett (basado en su novela), Raoul Walsh toma la figura del gánster y la evoluciona psicológicamente junto a la aparición de dos personajes femeninos imprescindibles en el desarrollo de la trama, más allá del atractivo o del poder de seducción que poseen pero que no emplean, algo que sí harán posteriores protagonistas del género. Velma (Joan Leslie), la joven con discapacidad en su pie, ni siquiera parece ser consciente de la ilusión que despierta en Roy Earle (Humphrey Bogart), quien la idealiza y la asocia al futuro que desea lejos de la criminalidad. Prácticamente una adolescente, esta chica puede que sea fatal para la esperanza del protagonista, pero no es ninguna villana, ni una vampiresa, sencillamente agudiza en Roy el deseo de regresar a la inocencia que, para él, ya resulta imposible. Velma nada pide y pretende lo que cualquiera: que se cumpla la promesa de felicidad, la que a ella se le niega debido a su problema de nacimiento y a su situación social (la pobreza). En High Sierra, esta muchacha es al tiempo idealización y un nuevo golpe para el antihéroe que encuentra en ella el rostro inocente y decente que le niega a Marie (Ida Lupino), posiblemente porque esta le recuerda a él, siempre huyendo o aferrada a la esperanza de encontrar un lugar donde ser libre y no sufrir. Roy se deja atrapar en la imagen inocente que le atrae y conmueve porque le aleja del hampa (y de los individuos que lo habitan) y le devuelve la pureza de la infancia y la esperanza de la juventud perdida; en este sentido, cuando visita la antigua granja familiar, el personaje anuncia al delincuente que Sterling Hayden interpretará para Huston en La jungla de asfalto (The Asphalt Jungle, 1950). La importancia que cobra la doble presencia femenina en High Sierra se antoja vital para el desarrollo de la trama, algo que no sucedía en anteriores films de gánsteres, en los que la mujer asumía un rol sin apenas entidad dramática. La novedad, si es que así se la puede llamar, reside en ese punto, en que no son presencias de compañía ni de relleno, sino con matices que definen una identidad —sobre todo en Marie— e influencia en el devenir del protagonista y, en el caso del personaje de Ida Lupino en el propio cuando lo une al de Roy en su camino hacia el punto de no retorno.



Con todo el sustancioso material proporcionado por Huston y Burnett, con la presencia de Humphrey Bogart e Ida Lupino, Walsh realiza una magnífica película, narrada con su agilidad y maestría habituales, y desarrollando la acción sin concesiones en su ritmo, únicamente frenado por la necesidad de desvelar la personalidad de un tipo que vive en conflicto: la lucha interna entre la idea de un final y encontrar un comienzo en un presente incierto en el que sueña hasta que su sueño se hace añicos y le devuelve a la realidad que de High Sierra no le permite soñar, ni ser un personaje monocromático. Ni bueno ni malo, Earle es un individuo más que gris, crepuscular, condenado a perder y marcado por el conflicto que le obliga a transitar por una existencia que de buen grado cambiaría, si no fuese demasiado tarde. El tiempo de Roy Earle termina, lo sabe y en esta certeza es un animal acorralado, condenado, ya sin sueños que perder. Tras ser puesto en libertad, acepta dar un golpe y trasladar el botín a un refugio de California. Sin embargo, la situación se le escapa de las manos cuando se detiene en una vieja cafetería, apartada de la civilización, donde conocerá a esa joven cuyo futuro se encuentra truncado por una minusvalía que altera el pensamiento del criminal. Roy desea ayudarla, encuentra en ella a un ser desvalido, frágil y puro que merece su compasión, su admiración y en quien volcar sus mejores sentimientos. Se ha decidido, quiere ayudarla y así hacerse merecedor de su amor, pero antes debe llegar al refugio donde le aguardan dos delincuentes novatos y Marie, quien prejuzga y ve la imagen opuesta a la idealizada en Velma.


La historia de Roy es una historia sin esperanza, por ello siente que su vida puede tener un sentido si logra ofrecer una oportunidad a Velma, porque la muchacha se lo merece, pues en ella ha descubierto ese mundo anhelado desde antes de recibir el indulto que, al inicio del film, lo sitúa fuera de presidio, en un parque donde Walsh encuadra los árboles, el cielo y al ex convicto respirando un suspiro de libertad, el último de un film que se desarrolla sin altibajos hacia un final épico y trágico, quizá, en cierto sentido, también liberador para un personaje que significó para Humphrey Bogart su primer protagonismo absoluto en un film A, aunque con anterioridad había protagonizado algún título menor como La legión negra (Black Legion, Archie L. Mayo, 1936). El actor aprovechó su oportunidad, que le llegó después de que el papel de Roy Earle fuese rechazado por algunas de las estrellas principales de la Warner, —Paul Muni, James Cagney y George Raft—, de este modo, Bogart iniciaba su periodo dorado, con un personaje inolvidable, marcado por esa constante intención de huir de un pasado que golpea un presente que se le escapa. En 1949, el propio Raoul Walsh filmaría Juntos hasta la muerte (Colorado Territory, 1949), una nueva versión del guión en clave de western, así como en 1955 Stuart Heisler realizaría He muerto un millón de veces (I Died a Thousand Times, 1955) protagonizada por Jack Palance, pero que está por debajo de este espléndido film.

No hay comentarios:

Publicar un comentario