jueves, 26 de enero de 2023

Paz en la Tierra (1934)


Probablemente, sea una de sus películas que más detestaba. Carecía de comicidad, que es una de las características del cine de John Ford, quien, por contrato, se vio obligado a hacerla. Pero hay cosas suyas en ella, la más evidente la importancia que asume la familia, algo habitual en su cine desde el periodo mudo hasta el final de su filmografía, aunque no siempre se trate de familia sanguínea. En el caso de Paz en la Tierra (The World Moves On, 1934), sí, pero la dispersa por el mundo tras cumplirse la voluntad del patriarca Sebastián Girard, el rey del algodón que, como apunta la leyenda que abre este drama bélico de claro mensaje pacifista, fallece en 1825. Inmediatamente, se procede a la lectura del testamento, en el que se indica que los herederos, sus tres hijos, han de extender su imperio empresarial por las cuatro naciones más poderosas del mundo —el film asume que son Alemania, Francia, Inglaterra y Estados Unidos— o perderán su herencia. En el prólogo también se produce el encuentro entre dos jóvenes que se enamoran, la británica Mary Warburton (Madeleine Carroll) y el estadounidense Richard Girard (Franchot Tone), pero que no pueden ir más allá del ideal del amor, pues ella, mujer casada con un hombre mayor, está condicionada por la época y nada puede hacer más que resignarse a su destino lejos del ser amado.

La imagen de Mary mirando desde el barco la costa estadounidense, mientras se aleja del hombre que quiere, adelanta el film hasta 1914. Durante ese tiempo omitido en pantalla, se han sucedido cuatro generaciones de Girard y Warburton. Sus descendientes hicieron realidad la voluntad del fundador de la empresa y la fortuna familiar ha aumentado. Ese año, otra Mary Warburton, tataranieta de aquella y su viva imagen, llega de Inglaterra a Nueva Orleans, donde se produce su primer encuentro con Richard, la imagen de su tatarabuelo. En ese instante, se enamoran y, andado el film, en ellos se cumplirá el destino que se le negó a sus antepasados. No obstante, lo que apunta melodramático se transforma en drama bélico, a raíz del estallido del conflicto armando que toma por sorpresa a todos los familiares, que se han reunido en Europa para celebrar la boda de uno de los primos alemanes.

El inicio de la guerra lo cambia todo —las relaciones, los mercados, las prioridades— y convence a Richard para alistarse junto su primo francés Henri (Raoul Roulien) en la Legión Extranjera. El periodo que abarca la contienda, el grueso de Paz en la Tierra, permite que Ford se acerque a los distintos miembros de la familia, los que mueren y quienes sobreviven o quienes, como Mary, se posicionan contra la guerra. Mary se niega a transformar su empresa de algodón en una industria armamentística, negativa que choca con la petición de Richard, que acaba de llegar a Inglaterra de permiso, que aprovecha para pedir a Mary que se casen. Ella accede y Ford apenas muestra la intimidad de los recién casados, solo da unas pinceladas de su amor y devuelve la acción al frente, no sin antes introducir el paseo de la pareja hasta la estación donde se despiden. Durante ese trayecto, el cineasta se fija en otros individuos, para mostrar como la guerra afecta a todos y separa a los seres queridos. De nuevo en el frente, los combates se recrudecen y Richard cae herido, hecho prisionero y trasladado a Alemania. En ese instante ya es 1918, Alemania sabe que su derrota es inevitable, sin apenas alimentos, ahogada por la contienda que concluye para dar paso a la parte final de Paz en la tierra, aquella que se sucede en 1925, 1928 y 1933, año que cierra el film con la sucesión de planos de banderas y desfiles militares de las potencias (Alemania, Italia, Japón, Unión Soviética, Francia, Reino Unido y Estados Unidos) que no tardarían en enfrentarse en una Segunda Guerra Mundial.



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