lunes, 9 de enero de 2023

El beso de la pantera (1981)

A primera vista, quizá resulte contradictorio que un cineasta tan personal como Paul Schrader aceptase el encargo de filmar una nueva versión de un film ya existente (y redondo), con un guion ajeno, escrito por Alan Ormsby a partir del original de DeWitt Bodeen, pero El beso de la pantera (Cat People, 1981) es puro Schrader, al menos en su temática, pues el cineasta incluye y potencia en las imágenes algunos de sus temas: las complejas y asfixiantes relaciones familiares, la represión —la sexual de su personaje principal, Irina—, así como la redención, en este caso por vía del amor y del sacrificio. Cineasta y cinéfilo, Master en teoría fílmica en UCLA, crítico cinematográfico y autor del conocido estudio sobre el estilo transcendental en la obra de Yasujiro Ozu, Robert Bresson e Ingmar Bergman, el cine de Schrader no solo bebe de estos inimitables. También se encuentra influenciado por cineastas en apariencia menos transcendentales, tipo Sam Peckinpah, pues el mundo cinematográfico de Schrader también es violento hasta el extremo de impulsar a sus protagonistas a asumir la violencia como parte del camino, o mismamente Jacques Tourneur, el realizador de la magistral La mujer pantera (Cat People, 1942), la película de terror psicológico que inspira este film en el que el cineasta de Grand Rapids (Michigan) se adentra en el terror fantástico al que regresaría en la problemática El exorcista: el comienzo (Dominion: Precuel to the Exorcist, 2004), cuya versión fue desechada por la productora, que asumió realizar otra película —Renny Harlin sería el director.

Hay una variante felina de Jekyll y Hyde en El beso de la pantera, hay represión, por ejemplo, la sexual de Irina (Natassja Kinski), y también liberación visceral, que se desata en ella después de reencontrarse con su hermano Paul (Malcolm McDowell), a quien no había visto desde los cuatro años, y en quien descubre una parte de sí misma que la inquieta. Ese reflejo que niega, reprime su deseo y teme su sexualidad, es la parte irracional que existe en ella, la que va saliendo a la luz hasta llegar a prevalecer sobre su lado racional. Para Paul, fanático religioso e impotente como hombre y letal como fiera, el sexo es muerte y la muerte, sexo. Sus encuentros con prostitutas le sacian momentáneamente, pero él asume que solo existe una posibilidad para quienes son como ellos y esta pasa por la relación incestuosa que propone a Irina, una propuesta que atormenta más si cabe a su hermana. Las dudas y la pregunta quién es ella marcan su presente en Nueva Orleans al tiempo que crece su sentimiento amoroso hacia Oliver (John Heard), el veterinario jefe del zoo donde ella contempla a criaturas que, como ella y su hermano, están atrapadas, pero con la diferencia de que Irina es consciente de ser una criatura sin lugar y eso la perturba e imposibilita su relación con el veterinario.



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