En Polonia, desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la desintegración del bloque comunista, un conflicto de poder enfrentó a los máximos Poderes del país: el político y el religioso —el partido comunista y la iglesia católica—, pero, sobre todo, existía el conflicto entre Poder e individuo, pues el primero, fuese del tipo que fuese, quería mantener y mantenía controlado al segundo. Dicho conflicto vertebra Madre Juana de los Ángeles (Matka Joanne od Aniolów, 1961). Basada en el “proceso de Loudon”, que también inspiró a Aldoux Huxley para la escritura de Los demonios de Loudon (1952), que sería adaptada al cine por Ken Russell en Los demonios (The Devils, 1971), Madre Juana de los Ángeles encuentra en otro autor su inspiración literaria. La novela homónima escrita por Jaroslaw Iwaszkiewicz en 1942 fue la fuente literaria del guion de Tadeusz Konwicki y Jerzy Kawalerowicz, que fue el encargado de llevarlo a la pantalla y desarrollar en ella temas humanos, más que religiosos y antirreligiosos, que hablan del amor y del conflicto entre el exterior (que a veces condiciona de forma obsesiva y represiva) y la persona que, como consecuencia, se ve asaltada por supersticiones, imposiciones, dudas; por ejemplo, las que plantean, como le dice la madre superiora Juana (Lucyna Winnicka) al padre Suryn (Mieczyslaw Voit), <<¿qué es lo falso, padre reverendo? ¿Y qué es verdad?>> Este padre jesuita, que ha sido enviado al pueblo para hacerse cargo de una situación de múltiple posesión demoníaca, no tiene respuestas y, tras sentir como crece en él el sentimiento del amor, las busca en el rabino (Mieczyslaw Voit), la otra cara de un mismo rostro. Este le dice que quizá el problema no sean los demonios, sino la falta de ángeles; quizá sea una respuesta, pero ambos, reflejos humanos, interpretados por el mismo actor, son uno y, por tanto, comparten la ausencia de absolutos que les calme. <<Yo soy vos y vos soy yo>>, exclama finalmente el rabino, sin más respuestas que esa contradictoria igualación. Abrumado por las preguntas, Suryn busca calmar dudas y temores, quizá el terror y la sospecha, el no querer aceptar que la persona es ángel y demonio, contradicción y conflicto, siempre latente, entre exterior e interior que encuentra en el amor su única respuesta.
<<Apreciaba mucho a Tadeusz Konwacki, […] Hasta cierto punto, incluso pensábamos de forma muy parecida y nos entendíamos a la perfección. Durante años escribimos guiones juntos y fue el inspirador de muchas películas, no solamente mías>> (1), comentaba Kawalerowicz sobre el guionista con quien colaboró por primera vez en Madre Juana de los Ángeles, más adelante lo harían en Faraón (Faraon, 1966) y Austeria (1982). La colaboración en Madre Juana de los Ángeles deparó una película austera, ambientada en un tiempo pasado indeterminado, ubicación temporal que permitía a los autores superar trabas de la censura, pero no se libró de que la calificase antirreligioso y anticomunista, algo que, por otra parte, no sería del todo correcto, pues su discurso no es contra un poder u otro, es antidogmático, es decir, contra cualquier imposición exterior a la persona. Madre Juana de los Ángeles es contundente a tal respecto, es crítica y señala la lucha entre el querer y el poder, entre los sentimientos y sus represiones, muchas de las cuales son consecuencia directa o indirecta de prohibiciones religiosas, políticas y sociales; de ahí que los diablos que poseen a la monja, y a su congregación por cercanía, son demonios de la mente: la locura a la que conduce la represión. En palabras de su director: <<Al principio quería que el film tuviera un tono discursivo, que defendiera la explicación materialista de la psicología humana y desenmascarase las falsedades inventadas sobre el destino del hombre. Quería hablar de la naturaleza humana y de su necesidad de autodefensa frente a las restricciones y los dogmas que se le imponen desde fuera. Al plantearlo, concedí el protagonismo a ese sentimiento que llamamos amor. Porque, a fin de cuentas, Madre Juana de los Ángeles es una historia de amor entre un cura y una monja, o mejor, la historia de amor de un hombre y una mujer que llevan hábitos…>> (2)
(1) (2) Jerzy Kawalerowicz en Juan Antonio Pérez Millán, Stanislaw Zawišliński y Malgorzata Dipont: Jerzy Kawalerowicz. Un cineasta entre el poder y la gloria (traducción de Eva Brzozowska). Festival de Cine de Huesca, 2003.
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