Su cortometraje Mirindas asesinas (1990) y Acción mutante (1992), su primer largo, apuntaban lo que corrobora El día de la bestia (1995), que Alex de la Iglesia quería divertirse y divertir haciendo un tipo de cine popular y gamberro en el que mezclar serie B, humor, géneros cinematográficos y gustos cinéfilos. Con dicha mezcla se ganó las simpatías de un público que vio con entusiasmo y risas su segundo largometraje, posiblemente el mejor de los suyos (hasta la fecha) y seguro el más aplaudido y celebrado. Escrita en colaboración de su habitual guionista Jorge Guerricaechevarria, de la Iglesia bromea en El día de la bestia un “villancico” audiovisual, metal, navideño y urbano que arranca en un prólogo donde dos curas hablan del significado del “Apocalipsis” de san Juan. Uno de ellos, el interpretado por Saturnino García, es aplastado por una enorme cruz de piedra mientras que el otro, el personaje a quien dio vida Alex Angulo, viaja a Madrid para hacer todo el mal que pueda. En ese instante, de la Iglesia, inserta los títulos de crédito y presume de “destroyer”. El cineasta seguirá esa senda simbólica y cinematográfica: metálica, satánica, navideña, violenta, para mandar a paseo la corrección, el automatismo, la tele basura, el sensacionalismo, el consumismo; y lo hace con placer, con un estilo entre un Hitchcock pasado de rosca, lo digo por la impagable presencia de la madre represiva y de armas tomar a quien dio vida y mala leche Terele Pávez, el de un exorcista alucinado y el de un cineasta desacomplejado diabólicamente divertido. Pero ese humor irreverente, combinado con la fantasía y el consumo de sustancias psicotrópicas por parte de su trío protagonista, agudiza la mirada alucinada y satírica a la realidad, cuyo reflejo descubrimos en la pantalla en la que somos guiados por tres personajes a las puertas del fin de mundo, el mismo final que el catedrático en teología interpretado por Angulo trata de evitar haciendo el mal, en busca del demonio, para obtener las respuestas que le permitan conocer la ubicación exacta de un nacimiento opuesto al acontecido en Belén dos milenios atrás. Lleva más de veinticinco años estudiando los libros, tiempo más que suficiente para ser un discípulo alucinado de Quijote —también tendrá su Sancho Panza en el “heavy metal” que brindó a Santiago Segura su primer gran éxito en el cine—, y ahora comprende que el fin del reino humano peligra con la llegada del anticristo, aunque, probablemente, la humanidad peligre más por la televisión sensacionalista —en los pasillos del estudio donde trabaja Cavan (Armando de Razza) cuelga un retrato de Berlusconi; Tele 5 empezó a emitir en España en 1989—, por los neofascismos, el racismo, la indiferencia, la pérdida de compasión y la deshumanización, que por el nacimiento de cualquier anticristo de la superstición o del celuloide.
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