martes, 17 de enero de 2023

Almodóvar, premios y etiquetas


Se ha dicho de Pedro Almodóvar y de su cine un sin fin de cosas, se le ha etiquetado de transgresor, subversivo, provocador, original, genio, narcisista, incluso hay quien afirma que es todo fachada o que es el mejor director español de la historia y mil cosas más, pero tampoco vayamos a hacerles demasiado caso a las etiquetas. No son novedosas. Se repiten constantemente y, a menudo, indistintamente sea quién el etiquetado. Son un recurso fácil que empleamos a diario para sentenciar, impactar y evitar profundizar y desarrollar lo que pretendemos colar por válido sin detenernos a demostrar su validez. Por estos lares, todas o algunas ya se las habrían colgado con anterioridad a Luis Buñuel, en quien, a mi entender, las señaladas al inicio del texto lucen mejor, Edgar Neville, Luis García Berlanga, Juan Antonio Bardem, Carlos Saura, Fernando Fernán Gómez, Marco Ferreri durante su paso por España, también a su regreso a Italia, Pere Portabella o Francisco Regueiro, de quien apenas escucho hablar de su cine y que es un gran cineasta —también merecedor de elogios y de buen etiquetado—, como considero grandes al resto de los nombrados y a otros que no he indicado; y cuyo cine también me convence más que el del director manchego. Su fama internacional y nacional es superior a la de la mayoría de los nombrados, pero eso no habla en contra ni a favor de sus películas. Lo que pasa o algo de lo que pasa es que las formas cinematográficas de Almodóvar, que al igual que los arriba señalados siempre deja su impronta personal en sus obras (esto es indiscutible, gusten o no sus películas), llaman más la atención por varias causas. Entre otras, es un personaje mediático y sus producciones son cercanas en el tiempo, incluso puede decirse que cada nueva película suya es un acontecimiento. Los medios y el público al que se dirige ocupan espacio y tiempo para hablar de sus estrenos. Sus films son más populares entre el respetable, no por buenos ni malos, sino por cuanto les rodea; al menos, populares entre el amplio sector que encuentra en lo mediático y en los premios motivos de admiración y devoción. Pero también por eso mismo, corren mayor riesgo de sufrir el “paso del tiempo”, aunque el tiempo físico pase igual para todas las películas y para todas las personas, no ya porque nos hayamos vuelto viejos nosotros, que es una realidad incontestable también para él y para cualquiera. Solo el arte parece mantenerse intacto en su batalla temporal. ¿Pero que cine es arte y cuál no?


Si hacemos la prueba de escoger al azar a un adolescente o un veinteañero actual —o lo pudiésemos probar con uno de hace una, dos o incluso tres décadas atrás—, y lo sentamos frente a Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980) dudo que se “mee de risa” o que la encuentre moderna, tampoco provocativa ni original ni contracultural, ni de buen o de mal gusto; lo mismo valdría para Laberinto de las pasiones (1982) o Entre tinieblas (1983), por ejemplo. Sencillamente, en la mayoría de los casos, el joven en cuestión nos mandaría a tomar una bebida energética, nos llamaría de viejos para arriba o exclamaría “¡qué mierda!” o “¡qué pasada!, en ambos casos quizá refiriéndose a las hojas de la planta que ve en la repisa de la ventana; reacción que quizá no se produjese con una obra que superase los condicionantes psicológicos, sociales y emocionales de su época, y hablase de tú a tú a cualquier época. Es decir, que el público de hoy, ayer y mañana encontrase en la pantalla reflejos de su propia interioridad y de la sociedad en la que vive su conflicto existencial, la persona en su tiempo, aspectos comunes y a la vez individuales que nos igualan y nos diferencian. ¿Hay de esto en el cine de Almodóvar?


Quizá ya hacia finales de los ochenta vivíamos desenfrenados y nos habíamos acostumbrado a romper tabúes (para crear otros) y lo que era transgresor en la Transición ya no lo era en la segunda mitad de los ochenta, cuando la contracultura del ayer formaba parte de la cultura oficial de ahora. Ya nadie se sorprendía por ver un desnudo en el cine español, y pocos recordaban que había sido en La trastienda (1975) cuando María José Cantudo, dirigida por Jorge Grau, rompía un tabú en las pantallas españolas. Otro, lo rompió Vicente Aranda en Cambio de sexo (1977), en la que abordaba la transexualidad. España se desinhibía, se liberaba de la represión franquista, al tiempo que el mundo se aceleraba. Hoy es evidente su acelere, como también parece evidente que el universo personal de un artista, su comunicación exterior, debe fluir y no precipitarse. A la larga, resulta más honesto aquello que sale natural; es decir, por la necesidad de quien se expresa como individuo, arriesgándose y saliéndose de la norma, sincerándose en su expresión artística, que adquiere diversas formas. Seduce que la interioridad creativa se comunique con su exterior sin insistir, sin que trate de imponerse a toda costa. La ironía es un gran recurso, el no tomarse demasiado en serio y el ser crítico con uno mismo, también; y la exhibición del universo creativo no siempre es beneficiosa si se evidencia a fuerza de insistir en su existencia y en su apariencia, pues la esencia del artista, la que le diferencia del resto, ha de fluir a la par de la propia creación. ¿Esto lo fue aprendiendo Almodóvar con los años? Tal vez, lo que parece seguro es que fue transformando su energía provocadora en narrativa y esta dio fruto en películas tan logradas a mí parecer como Todo sobre mi madre (1999) y Volver (2006); aunque, para contradecirme, pues soy mi primer discutidor, la otra de las suyas que me convence y gana mi atención es de su primera etapa: ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984).


Hay tres películas de Almodóvar que me gustan, otras me dejan indiferente y algunas directamente me aburren, pero eso no quita que reconozca en él a un cineasta que ha creado su estilo propio. En cuanto a los premios, a los que siempre recurren algunos para decir que algo o alguien es mejor, solo me generan preguntas: ¿quién premia? ¿Qué valoran los premios? ¿La calidad de las películas u otros parámetros? ¿Los premios son un espectáculo mediático? ¿Se conceden para reconocer a la persona creadora o para generar expectación entre una audiencia media no demasiado exigente; o para ambas? ¿La publicidad y la autopromoción ayudan a lograrlos? ¿Intervienen de algún modo factores e intereses económicos? ¿Y la corrección política y otros aspectos sociales del momento? No sé, existen muchos interrogantes a responder, como, por ejemplo, ¿por qué  hubo y hay grandes en cine o en literatura que no han sido premiados o no como correspondería a su obra? En fin, hay “batallas” y temas que no me conducen a parte alguna, así que regreso a Almodóvar para decir que, excepto sus cortometrajes de la década de 1970 y Folle… Folle… fóllame Tim! (1978), su primer largometraje, de las que no puedo hablar porque no las he visto, en sus películas se reconoce su espacio personal y creativo, sus gustos cinéfilos y quizá su manera de entender el mundo.


El universo cinematográfico de Almodóvar es poliédrico e invita a las etiquetas: kitch, cómico, melodramático, cinéfilo, mitómano, neurótico, a alguien que le gusta hacerse notar y admirar. En apariencia se desmarca de las zonas comunes, al menos en sus orígenes, abraza lo femenino, se adorna de rojo pasión y sangre, recibe influencias lorquianas y apuesta por liberarse, por romper tabúes sexuales, por la homosexualidad, la heterosexualidad, la bisexualidad, la transexualidad y el travestismo. En ese espacio reina la figura de la madre y su admiración por <<las actrices que han hecho de actrices y por todas las mujeres que actúan>>. Y allí reúne complejos, gustos, obsesiones e intenciones, también la caricatura que emplea o de la que abusa en algunas películas para poder expresarse en la pantalla, aunque, en ocasiones, dicha caricatura me suena hueca, como si fuese una caja recubierta de figuras de colores llamativos y vacía en su interior. ¿Qué me aporta el cineasta y qué me dicen sus películas? Sé quien me gusta contando historias y quien no. Habitualmente, Almodóvar no. Pero también es cierto que lo justo no es juzgar el conjunto, sino qué película tengo delante; y en puntualidades como algunas de las arriba nombradas, sí me gusta. En cualquier caso, y gustos aparte, se trata de uno de los cineastas clave en el cine español de la democracia.


Filmografía (largometrajes)

1. Folle… folle… fóllame Tim! (1978)


3. Laberinto de pasiones (1982)

4. Entre tinieblas (1983)

5. ¿Qué he hecho YO para merecer esto? (1984)

6. Matador (1986)

7. La ley del deseo (1987)

8. Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988)

9. Átame! (1989)


10. Tacones lejanos (1991)

11. Kika (1993)

12. La flor de mi secreto (1995)

13. Carne trémula (1997)

14. Todo sobre mi madre (1999)

15. Hablé con ella (2002)

16. La mala educación (2004)

17. Volver (2006)

18. Los abrazos rotos (2009)


20. Los amantes pasajeros (2013)

21. Julieta (2016)

22. Dolor y gloria (2019)


23. Madres paralelas (2021)



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