viernes, 8 de octubre de 2021

Miguel Strogoff. El correo del zar (1956)


Sin salir de su casa, como quien dice, Julio Verne viajó a muchos lugares. Lo hizo con la inventiva y con los datos que introducía en sus textos dando forma al tono didáctico que asoma en muchas páginas de sus aventuras literarias. En y con la imaginación, en compañía de sus héroes y de sus lectores, el escritor de Nantes visitó lugares remotos sobre, bajo y en la superficie terrestre. También alcanzó la Luna, acompañó a Nemo muchas leguas submarinas y atravesó la Rusia de los zares junto a Miguel Strogoff, su heroico agente secreto al servicio de su majestad y el héroe interpretado por Curd Jürgens en la aventura cinematográfica que el veterano Carmine Gallone, cuya primera película la realizó en 1913, adaptó a la pantalla en 1956, en la que quizá sea la mejor versión de la novela, con permiso de la silente rodada por Viktor Tourjansky en 1926, versión de la que recibe influencias.


Al final del segundo capítulo, Verne escribe que <<El único agente que no teme ni al frío ni al calor, al que no detienen las inclemencias del invierno ni los rigores del verano; que vuela con la rapidez del rayo: la corriente eléctrica, no podía circular a través de la estepa, ni era posible advertir al Gran Duque, encerrado en Irkutsk, sobre el grave peligro que le amenazaba por la traición de Ivan Ogareff. Únicamente un correo podría reemplazar a la corriente eléctrica, pero ese hombre necesitaba tiempo para franquear las cinco mil doscientas verstas (5.523 kilómetros) que separan Moscú de Irkutsk. Para atravesar las filas de los sublevados e invasores, necesitaba desplegar una inteligencia y un coraje sobrehumanos>>. El fragmento tiene como finalidad introducir la figura de su héroe. Lo hace en el siguiente capítulo, describiendo a un hombre que desde su aparición en la novela (y en la pantalla) se comprende que superará cualquier obstáculo y que entregará al Gran Duque el mensaje del zar Alejandro II. Verne habla de <<reemplazar a la corriente eléctrica>> en un momento en el que el mundo empezaba a depender de la electricidad, a la que Strogoff debe sustituir. Hoy, ni un millón de correos humanos podrían remediar el caos que generaría un apagón de varios días, al ser nuestra dependencia eléctrica total. Pero olvidemos esto, como otras tantas cosas, y pasemos al agente que, desplegando <<
una inteligencia y un coraje sobrehumanos>>, se infiltra tras las líneas enemigas para hacer labores de telégrafo.



Tanto en la novela como en la película, el espía zarista es la suma del ideal heroico: obediente, honorable, valiente… Verne y Gallone dan por hecho que se encuentra en el lado correcto y que Ivan Ogarett (Henri Nassiet) está en el equivocado. Como buen villano, el traidor y espía rival, amenaza y anuncia el peligro, o peligros, a vencer por el héroe que, como tal, no se rinde ni se detiene, obligado por su rol heroico a continuar, a padecer, a enamorarse y a superar cualquier contratiempo que le separe del éxito. Strogoff no está solo en su aventura. Le acompaña Nadia (Geneviéve Page), la heroína que en film se hace pasar por su mujer para que el correo no despierte sospechas, y dos periodistas que, en su atracción-rechazo, aportan comicidad al recorrido en tren, en carruaje, navegando el Volga y atravesando los Urales, pues el trayecto de Moscú a Siberia da para mucho. El correo debe atravesar un país extenso, el más extenso, con numerosos pueblos y etnias que el emperador mantiene unidas bajo su águila bicéfala. De Europa a Asía se desarrolla el clásico romance entre el héroe y la heroína, luchas, la negación de un hijo o la carrera de caballos al ritmo de una banda sonora viva, a la espera del enfrentamiento con el villano, el traidor al orden imperial establecido. Gallone, uno de los pioneros del cine italiano, prescinde de cualquier intención explicativa, sintetiza y va a lo suyo, que es crear una aventura cinematográfica simpática, entretenida, previsible e infantil, pero lo es porque fantasea con un mundo improbable, por no decir imposible, salido de la inventiva de un escritor que cree en la figura del héroe entregado y sin tacha, como el correo del zar, uno que supera cuantos obstáculos le salen al paso, porque debe cumplir las órdenes y entregar la carta al Gran Duque.



2 comentarios:

  1. Hace unas semanas vi la versión francesa de 1926 dirigida por Viktor Tourjanski y protagonizada por Ivan Mozzhukhin. Creo que es la gran épica olvidada del cine mudo; me gustó tanto que no siento necesidad de ver ninguna otra versión.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hay muchas épicas cinematográficas mudas (entre otras películas del periodo) y no sabría decir cuál es la gran olvidada del periodo silente. Conozco algunas, desconozco muchas y otras tantas se han perdido, pero esta que dices es muy buena. Tengo pendiente comentarla. Gracias por recordarla.

      Saludos.

      Eliminar