martes, 15 de septiembre de 2020

Iré a Santiago (1964)




Federico García Lorca escribió Son de negros en Cuba -conocido también como Iré a Santiago- y dedicó el poema a Santiago de Cuba; treinta y cuatro años después, la directora y guionista Sara Gómez recogía el testigo del poeta granadino y encontraba sus propios versos en las santiagueras y los santiagueros, en sus cuerpos y rostros, en las fachadas de sus edificios, sobre el asfalto o en el mercado, en el calor y la vivacidad de la ciudad cubana.

Los títulos de crédito de Iré a Santiago (1964) llaman la atención por su desenfado y por la originalidad de formar parte del espacio urbano, de paredes y escalones, donde descubrimos la primera estrofa del poema lorquiano, el título o los nombres del equipo técnico, pincelados en las escaleras que sube la muchacha, quizá la propia Sarita, cuyo caminar va desvelando que las letras han sido pintadas para la ocasión, en esos espacios que la joven deja tras de sí.

La cámara la sigue (hasta que ella se pierde en la distancia) y las imágenes nos introducen en pleno Santiago de Cuba, principio y fin de este gozoso cortometraje con el que la cineasta concede musicalidad e imagen a las santiagueras y a los santiagueros, mientras su voz nos habla de la historia local o de lugares que visitar. Sarita Gómez se acerca y nos acerca gentes, calles, color, aunque la fotografía de Mario García Joya "Mayito" sea en blanco y negro. Ese color es el colorido, el de costumbres y sabores, de ritmos antillanos y mulatos, pues <<mulato es un estado de ánimo>> cálido, vivo, bañado por el mar y brisas de compadreo, tabaco, raíces y quizá gotitas de ron.





<<Cuba trabaja y se divierte>> reza un letrero que el objetivo capta mientras se celebran los carnavales en julio, pero hay algo más que diversión o música en la propuesta de la cineasta cubana, hay pasión, por cuanto observa, y gracia en su labor cinematográfica. Algo estaba sucediendo en el cine cubano en la década de los sesenta, y Sarita fue puntal de ese algo que apuntaba modernidad y cercanía, en ocasiones, y no es el caso, también una evidente propaganda ideológica. Ella fue la primera mujer directora en el ICAIC, y desde sus inicios cinematográficos siempre mostró interés por las gentes, por acercarse a ellas y darles presencia en su cine, con la certeza de ser una más... 


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