Hoy, para el cine gallego, Un viaje por Galicia (1958) es un documental único, pero ya era singular en su momento. Rodado entre 1953 y 1958, este documento o <<trabajo fílmico de un aficionado>>, en palabras de su autor y narrador, ofrecía a los emigrantes gallegos en Argentina y Uruguay la posibilidad de ver su tierra natal y recordar sus <<bellezas, paisajes y monumentos>>. Aquellos hombres y mujeres llevaron sus raíces consigo, llevaron en su memoria tradiciones, tierra, mar, ciudades, pueblos y aldeas; las que les vieron nacer y partir, las que dejaron atrás porque se vieron obligados y, con el tiempo, a las que algunos regresaron o nunca lo hicieron y a donde otros volvieron de visita. Este fue el caso de Manuel Aris, cuyas raíces, como las de cualquiera ajeno al desarraigo, son algo más que materia, son emociones y sentimientos, son los lazos imaginarios con el origen que acompaña desde la cuna y perdura entre los nuevos brotes que crecen y florecen por y en el camino. Raíces de este tipo son las que Aris muestra en su documental, en su canto a la tierra que dejó atrás cuando contaba con nueve años, en 1929.
Posiblemente, en su presente, Un viaje por Galicia no mitigase la morriña pero sí acercaba a los emigrantes los hogares que habían abandonado tiempo atrás. En el nuestro, hace algo similar, nos acerca aquella Galicia ya lejana, que pervive en el recuerdo y la memoria que, aunque condenadas al olvido como cualquier recuerdo y memoria, todavía laten en esta espléndida visita al “fogar” de Breogán. En este aspecto, quizá no seamos tan distintos a los emigrantes gallegos de entonces, puesto que existe un océano que nos separa de aquella Galicia, de la que mantenemos el contacto a través de testimonios, recuerdos e imágenes como las expuestas a lo largo del recorrido filmado por Manuel Aris durante sus esporádicos retornos a su tierra natal. De Montevideo a Vigo, puerta de entrada y salida, el documentalista recorre las cuatro provincias gallegas antes de regresar al mar. El nuestro, me refiero al mar, es de tiempo, no de agua, es el océano temporal que separa nuestro hoy de aquellos paisajes captados por la cámara de Aris, vistas y panorámicas de naturaleza y civilización apenas alteradas por la modernidad. Si nuestro mar es de tiempo, el suyo era el Atlántico, el que el documentalista nacido en Poio y tantos miles de anónimos con nombre y apellido cruzaron para alcanzar América, y quizá algún día regresar u olvidar el regreso.
El destino de Manuel fue Uruguay, pero nunca olvidó su origen, ni su “galeguidade”. Aunque nunca regresó para quedarse, sí lo hizo con asiduidad y, en varias ocasiones, se dedicó a recorrer Galicia y filmar su color, sus verdes o el azul de su Atlántico y de sus rías, su Miño... su recorrido, el que engloba a todas y a todos los emigrantes.
La entrada y salida viguesa, las islas Cíes, Santa Tegra o el curso del Miño, eje fluvial y vital que Aris remonta hasta llegar a Ourense y posteriormente a Lugo. De la ciudad amurallada a la costa lucense; de esta a la ferrolana y después a la playa coruñesa de Santa Cristina, antes de recorrer el Cantón Grande, la calle Real o la plaza de María Pita.
Las imágenes de Un viaje por Galicia cumplen la promesa de su título: recorren las tierras gallegas, deteniéndose en sus ciudades, en sus paisajes, en sus campos y en su comunión tierra-mar, alcanzado su ejemplo sublime en la villa de Combarro. Pero Aris no solo se ciñe al paisaje natural, habla de los monumentos, nombra a gallegos y gallegas ilustres -Concepción Arenal, el padre Feijoo, Curros, Manuel Luis Freire o Rosalía- a quienes sus paisanos han honrado con placas y estatuas, se recrea en las Burgas ourensanas, visita las residencias veraniegas de Sada, disfruta el trofeo Teresa Herrera, contempla el arte de la monumental Compostela, su paseo de la Herradura, la feria de ganado en Santa Susana o el inigualable Pórtico de la Gloria de su catedral. Sigue su recorrido y llega a Pontecesures, límite entre las provincias de A Coruña y Pontevedra. Para en Cambados o se acerca a la romería en A Lanzada, sin olvidar el puerto de O Grove o las fiestas de la Peregrina, donde descubrimos a Miguel Gila y a Manolo Morán. También nos habla del progreso, lo apunta en varias vistas, lo hace para sus compañeros de exilio, para quienes desean saber qué ha sido de la Galicia que llevan dentro. En el recorrido propuesto por el documentalista no queda provincia sin recorrer, aunque queden lugares por ver. Intenta ser un paseo completo y detallado por el país que despierta la morriña de quienes se encuentran fuera, a quienes Manuel Aris ofrece sus imágenes, su “galeguidade” y su ilusión.
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