Entre los extremos, cercanos, que abren y cierran el film, Agnès Varda muestra momentos y detalles, presta su atención a objetos y flores, a letreros y mensajes que podemos interpretar como parte de las experiencias del triángulo que se está formando. Las imágenes muestran el amor, el nacimiento de un triángulo amoroso, su fin y un reinicio, igual que el original. Apenas nada ha cambiado, en realidad, nada lo ha hecho, salvo una vida que se pierde y otra que la sustituye. La cineasta se niega a juzgar lo que muestra, lo expone y, para ello, prima el cromatismo, la plasticidad, vitalidad del momento y la interpretación que nosotros queramos darle a los hechos y a la felicidad: en qué consiste, si existe en la ilusión o en el egoísmo, en la ignorancia y desconocimiento. Varda crea su propia obra impresionista, capta la esencia y captura las sensaciones, sin juzgar comportamientos; de hecho, prescinde de culpas y de culpables. Se limita a recorrer el verano del matrimonio y el de los amantes, el de su felicidad y el del engaño, el de una promesa imposible de dicha sin final. Las imágenes que abren y cierran La felicidad se desarrollan en el bosque donde François Chevalier (Jean-Claude Drouot) comparte la felicidad con sus dos hijos y con dos mujeres distintas, aunque, de forma inconsciente, solo comparte o impone su idea de felicidad, puesto que le es indiferente que en la primera escena sea Thérèse (Claire Drouot) y en la última sea Émilie (Marie-France Boyer) quienes le proporcionen la sensación de familia y de plenitud de la que habla, una plenitud que no resulta igual para todos los implicados. Entremedias, se produce la infidelidad, la aceptación de la misma o el cambio que nada cambia en la monotonía del protagonista, ya que ambas imágenes femeninas remiten a la idea de François, obedecen a su bienestar. Aunque en todo momento habla de sinceridad, tarda en sincerarse con Thérèse y, cuando lo hace en otro domingo campestre, se produce el accidente o suicidio que coloca a Emilie en lugar de aquella. Nada ha variado, todo sigue igual y la felicidad continúa su marcha...
jueves, 3 de septiembre de 2020
Le Bonheur (1964)
Entre los extremos, cercanos, que abren y cierran el film, Agnès Varda muestra momentos y detalles, presta su atención a objetos y flores, a letreros y mensajes que podemos interpretar como parte de las experiencias del triángulo que se está formando. Las imágenes muestran el amor, el nacimiento de un triángulo amoroso, su fin y un reinicio, igual que el original. Apenas nada ha cambiado, en realidad, nada lo ha hecho, salvo una vida que se pierde y otra que la sustituye. La cineasta se niega a juzgar lo que muestra, lo expone y, para ello, prima el cromatismo, la plasticidad, vitalidad del momento y la interpretación que nosotros queramos darle a los hechos y a la felicidad: en qué consiste, si existe en la ilusión o en el egoísmo, en la ignorancia y desconocimiento. Varda crea su propia obra impresionista, capta la esencia y captura las sensaciones, sin juzgar comportamientos; de hecho, prescinde de culpas y de culpables. Se limita a recorrer el verano del matrimonio y el de los amantes, el de su felicidad y el del engaño, el de una promesa imposible de dicha sin final. Las imágenes que abren y cierran La felicidad se desarrollan en el bosque donde François Chevalier (Jean-Claude Drouot) comparte la felicidad con sus dos hijos y con dos mujeres distintas, aunque, de forma inconsciente, solo comparte o impone su idea de felicidad, puesto que le es indiferente que en la primera escena sea Thérèse (Claire Drouot) y en la última sea Émilie (Marie-France Boyer) quienes le proporcionen la sensación de familia y de plenitud de la que habla, una plenitud que no resulta igual para todos los implicados. Entremedias, se produce la infidelidad, la aceptación de la misma o el cambio que nada cambia en la monotonía del protagonista, ya que ambas imágenes femeninas remiten a la idea de François, obedecen a su bienestar. Aunque en todo momento habla de sinceridad, tarda en sincerarse con Thérèse y, cuando lo hace en otro domingo campestre, se produce el accidente o suicidio que coloca a Emilie en lugar de aquella. Nada ha variado, todo sigue igual y la felicidad continúa su marcha...
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