El travestismo en el cine clásico hollywoodiense encontró dos cumbres cómicas en La novia era él (She Was a Male Bride; Howard Hawks, 1949), en la que Cary Grant se viste de mujer para engañar a las autoridades y sortear la burocracia para entrar en Estados Unidos, y en Con faldas y a lo loco (Some Hot Like It; Billy Wilder, 1959), con Tony Curtis y Jack Lemmon disfrutando de una improvisada fiesta de pijama en una litera tan concurrida como el camarote de los hermanos Marx. Ambas son comedias ingeniosas, irreverentes, divertidas y más transgresoras que Tootsie (1982). ¿Digo más? ¡Mucho más! El film de Sydney Pollack es conformista, aunque en apariencia se disfrace de vanguardia feminista y se maquille de transgresión. En el film de
Hawks,
Grant vive su enredo al tener que hacerse pasar por esposa de guerra de una soldado estadounidense, pues, solo de tal guisa puede sortear las trabas burocráticas y entrar en Estados Unidos junto a su esposa norteamericana; en la película de
Wilder, los protagonistas masculinos se transformaban en mujeres para huir de una organización de gánsteres y de paso se regalan unas seductoras vacaciones en Florida; y en el film de
Pollack, el travestismo obedece a la necesidad de un actor en paro que busca trabajo. Estos personajes travestidos tienen en común que mienten, lo hacen por necesidad y acaban sintiendo su lado femenino, aunque, salvo el personaje de Lemmon, nunca pierden, olvidan o ponen en duda ni su masculinidad ni su heterosexualidad. Donde
Hawks casi dio en el blanco y
Wilder acertó de pleno,
Pollack se queda a medio camino de ningún sitio. Ni su discurso, si así puedo llamar a su capa de superficialidad y a su ligera caricatura de las
soap operas, ni su humor tienen claro a qué obedecen, más allá del supuesto lucimiento de
Dustin Hoffman. La diferencia entre los primeros y este film reside en que tanto
Wilder como
Hawks manejan la comedia a su antojo. Saben dónde y cómo colocar el chiste, sin que pierda naturalidad, conocen los entresijos cómicos y son plenamente conscientes de que la comedia tiene su ritmo propio, y que cualquier añadido puede adulterarlo y acarrear irregularidades que depararán altibajos. En
Pollack, la comedia no es fluida, quizá porque no es su campo de acción -sólo de pensar en su versión de
Sabrina (1995), tiemblo de frío-, de ahí que
Tootsie funcione a ratos, pero nunca lejos de lo previsible. Se mantiene en una zona cómoda, en la que los gags y los chistes prefieren apostar sobre seguro: la confusión que Dorothy/Michael genera en los demás.
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