sábado, 19 de septiembre de 2020

Tootsie (1982)


El travestismo en el cine clásico hollywoodiense encontró dos cumbres cómicas en La novia era él (She Was a Male Bride; Howard Hawks, 1949), en la que Cary Grant se viste de mujer para engañar a las autoridades y sortear la burocracia para entrar en Estados Unidos, y en Con faldas y a lo loco (Some Hot Like It; Billy Wilder, 1959), con Tony Curtis y Jack Lemmon disfrutando de una improvisada fiesta de pijama en una litera tan concurrida como el camarote de los hermanos Marx. Ambas son comedias ingeniosas, irreverentes, divertidas y más transgresoras que Tootsie (1982). ¿Digo más? ¡Mucho más! El film de Sydney Pollack es conformista, aunque en apariencia se disfrace de vanguardia feminista y se maquille de transgresión. 
En el film de Hawks, Grant vive su enredo al tener que hacerse pasar por esposa de guerra de una soldado estadounidense, pues, solo de tal guisa puede sortear las trabas burocráticas y entrar en Estados Unidos junto a su esposa norteamericana; en la película de Wilder, los protagonistas masculinos se transformaban en mujeres para huir de una organización de gánsteres y de paso se regalan unas seductoras vacaciones en Florida; y en el film de Pollack, el travestismo obedece a la necesidad de un actor en paro que busca trabajo. Estos personajes travestidos tienen en común que mienten, lo hacen por necesidad y acaban sintiendo su lado femenino, aunque, salvo el personaje de Lemmon, nunca pierden, olvidan o ponen en duda ni su masculinidad ni su heterosexualidad. Donde Hawks casi dio en el blanco y Wilder acertó de pleno, Pollack se queda a medio camino de ningún sitio. Ni su discurso, si así puedo llamar a su capa de superficialidad y a su ligera caricatura de las soap operas, ni su humor tienen claro a qué obedecen, más allá del supuesto lucimiento de Dustin Hoffman. La diferencia entre los primeros y este film reside en que tanto Wilder como Hawks manejan la comedia a su antojo. Saben dónde y cómo colocar el chiste, sin que pierda naturalidad, conocen los entresijos cómicos y son plenamente conscientes de que la comedia tiene su ritmo propio, y que cualquier añadido puede adulterarlo y acarrear irregularidades que depararán altibajos. En Pollack, la comedia no es fluida, quizá porque no es su campo de acción -sólo de pensar en su versión de Sabrina (1995), tiemblo de frío-, de ahí que Tootsie funcione a ratos, pero nunca lejos de lo previsible. Se mantiene en una zona cómoda, en la que los gags y los chistes prefieren apostar sobre seguro: la confusión que Dorothy/Michael genera en los demás.


Conocemos a Michael (
Dustin Hoffman) cuando es un actor a quien nadie desea contratar, supuestamente porque se trata de alguien que no se calla o que no reniega de sus principios como actor. Su agente (Sydney Pollack) le dice que tiene fama de conflictivo y que es incapaz de lograrle un contrato. Esto lleva a Michael a transformarse en la mujer de mediana edad que se presenta a las pruebas de un papel para una telenovela. La supuesta gracia del asunto se encuentra (o debería) en las situaciones de enredo que se generan en torno a esa figura femenina que debe lidiar en varios frentes sentimentales, profesionales y personales. Ella, Dorothy Michaels y no “querida” ni “tootsie”, es la nueva estrella de la serie, y lo es porque se erige en guía, en la mujer que se reivindica e indica el camino de la liberación femenina, el fin del acoso laboral y el paso adelante que Julie (Jessica Lange) no ha sido capaz de dar hasta entonces. Este es a priori el posicionamiento del film de Pollack, el de la liberación de mujeres que, como las enfermeras del hospital ficticio de la telenovela, sufren el acoso de superiores como el doctor Brewster, a quien el cineasta muestra cómo un depredador inocente cuya presencia obedece o sirve a fines cómicos. Sin embargo, en manos de la heroína o la libertadora "Espartaca", cualquier depredador es un gatito, pero resulta que ella es él y él es consciente de ser un hombre que miente y miente, sin posibilidad de dejar de mentir, para mantener su engaño y estar cerca de su nueva cruzada: Julie. Como consecuencia de su dualidad, Michael y Dorothy se reparten el tiempo, así como las relaciones y las sospechas: Sandy (Teri Garr) llega a pensar que el primero es homosexual y Julie cree que la segunda también. Además, ha de lidiar con la petición matrimonial del padre (Charles Durning) de la mujer de la que se ha enamorado y recuperar la identidad que nunca pierde, la mantiene oculta mientras intenta lograr sus fines. Pero los personajes son comparsas que carecen de chispa, de vida, son estampas que parecen puestas ahí para responder a una necesidad funcional, no a la naturalidad de las situaciones que se producen ni a la naturaleza de las caricaturas, que acaban siendo insípidas en una comedia que, menos forzada y previsible, habría sido más caótica, irreverente, airada y salada.

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