El
cine histórico se toma ciertas libertades a la hora de exponer los
hechos que narra, sin embargo dicha circunstancia no sería ajena a
la propia Historia si uno se permite pensar que buena parte de los
datos y sucesos que la conforman podrían haber sido expuestos desde
la subjetividad de quienes la han escrito, a pesar de existir, o no,
una intención objetiva en el análisis y exposición de las fuentes
directas e indirectas, que por otra parte también podrían ser
incompletas o mostrar cierta predisposición a no ser parciales. Así
pues, si es posible dudar por un instante de lo escrito podría
asumirse que existen alteraciones, errores o puntos de vista
divergentes en cuanto a los acontecimientos que forman parte del
pasado. Partiendo de esta premisa, acertada o no, se justifica que el
guión de Quo Vadis?
se
tome licencias dramáticas que alteran hechos y personajes, por lo
tanto podría decirse que el problema del cine histórico y de esta
película en concreto no reside en dramatizar ni situaciones ni
personajes, sino en el riesgo de caer en una exposición narrativa
forzada, acartonada y lineal, que impide un desarrollo convincente y
equilibrado de aquello que se cuenta, lo cual provoca que hechos y
personajes pierdan interés, y aquí es donde flojea el film de
Mervyn
LeRoy,
en la falta de un guión más sólido y en su puesta en escena, llena
de altibajos. Dicho esto cabe señalar que la acción transcurre en
la Roma Imperial, en el año 64 de la era cristiana, cuando los
miembros de una secta nacida en Palestina se encuentran esparcidos
por todo el mundo conocido (que según fuentes históricas de la
época sería él único que había), conviviendo con el resto de los
habitantes de un imperio gobernado por Nerón (Peter
Ustinov),
emperador cuyo desequilibrio se descubre mientras se aferra a su lira
o recita sus pésimas composiciones poéticas aplaudidas por unos
súbditos que le adulan. El contexto histórico muestra los primeros
momentos del cristianismo en Roma, donde existe una creciente colonia
de seguidores de la doctrina predicada por Jesucristo, sin que
todavía sean perseguidos oficialmente por ese grotesco gobernante
que se deja guiar por su esposa (Patricia
Laffan),
resentida con el legado Marco Vinicio (Robert
Taylor)
cuando este la rechaza prefiriendo el amor de Ligia (Deborah
Kerr).
La relación entre el romano y la cristiana provoca que el film se
convierta en un drama romántico que se desarrolla al tiempo que
aumenta la inestabilidad social creada por el desequilibrio de un
gobernante narcisista que no tiene mejor idea que incendiar Roma por
una cuestión de inspiración poética. Quo
Vadis? fue
la película más taquillera del año gracias, sobre todo, al empleo
del technicolor que sirvió para llamar la atención del público,
que acudiría en masa a las salas para disfrutar, o no, de los
aspectos argumentales que dominan el film: el amor que surge entre
una creyente y un no creyente que acabará creyendo, la persecución
y condena de los cristianos o el comportamiento de Nerón, que
posiblemente poco o nada tendría que ver con el real, pero sin
atisbo de la épica que algunos de esos mismos espectadores
descubrirían años después en otras producciones históricas
ambientadas en la Roma clásica, como serían Ben-Hur
(1959)
y su carrera de cuadrigas o la revuelta libertaria de Espartaco
(1960).
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