Abel Gance fue uno de los pioneros del cine francés, vanguardista y desmesurado en proyectos como La rueda (La roue), donde buscó la combinación entre poesía y modernidad en imágenes cargadas de simbolismos. No obstante, a pesar de que posee excelentes momentos, La rueda (La roue) ha perdido parte de esa modernidad de la que gozaría en su momento, aunque el inevitable paso del tiempo no impide apreciar los logros y el mérito de una de las grandes obras del cine mudo francés. La vida, el destino, el amor y la muerte son radiales de una rueda caprichosa de la que Sisif (Severin-Mars) forma parte, al igual que la pequeña que sobrevive al choque de los dos trenes. El maquinista es testigo del accidente, y entre las víctimas y los escombros comprende que, sin nadie en el mundo, la niña será enviada a un orfanato; pero ¿qué sería de ella?, parece preguntarse antes de decidir ofrecerle un hogar y el mismo cariño que a su hijo Elie. Quince años después se descubre a un Sisif depresivo, perdido, atormentado; cuantos le rodean achacan su estado a su precario estado económico, pero mediante su confesión a Hersan (Pierre Magnier) se conoce que su tormento se debe a que se ha enamorado de Norma (Ivy Close), su hija adoptiva. El anciano no puede soportar el sentimiento de culpa que le embarga, pero tampoco se siente con fuerzas para continuar luchando contra el amor que domina su pensamiento. Atrás quedaron los años de júbilo y de armonía, porque la rueda gira y desata la tragedia que condena a todos los implicados al sufrimiento y a la desdicha. Norma, ignorando el auténtico motivo del nuevo y amargo presente, decide sacrificarse para salvar a su familia y acepta la propuesta de matrimonio de Hersan, el millonario que ha utilizado el secreto de Sisif para su propio beneficio, sin embargo, sus celos serán fuente de mayores desgracias. Abel Gance realizó un montaje superior a las seis horas de metraje, aunque en la actualidad La rueda (La roue) se ve como un film, de algo más de cuatro horas de duración, dividido en dos partes delimitadas por el espacio donde se desarrolla el drama: la estación de ferrocarril, donde Sisif ha pasado la mayor parte de su vida conduciendo una máquina a la que pone por nombre Norma, y la montaña adonde el maquinista y su hijo (Gabriel de Gravone) se trasladan a la espera de olvidar sus males de amores, ya que también Elie se ha enamorado de quien creía su hermana.
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