La exaltación patriótica es la protagonista de Dia D, Hora H (Breakthrough, 1950), una producción bélica que carece de la aspiración histórica que se le presupone al desfile de estrellas en la adaptación cinematográfica del libro homónimo de Cornelius Ryan que Darryl F. Zanuck produjo en El día más largo (The Longest Day, 1962), de la crítica intimista de la británica Overlord (Stuart Cooper, 1974) o mismamente de la espectacularidad hacia la que tiende la recreación del desembarco realizada por Steven Spielberg en Salvar al soldado Ryan (Saving Private Ryan, 1998). Tampoco despierta la admiración de las nombradas, mas esta película dirigida por Lewis Seiler tiene el honor de ser una de las primeras, sino la primera, en recrear en pantalla el desembarco de Normandía, cuando el 6 de junio de 1944 las tropas aliadas llegan a la costa francesa con la intención de iniciar su avance hacia Alemania, aunque no lo aborde como tema principal; algo que sí hace El día más largo, al convertir el día D en principio y fin de su metraje. Este film tiene como eje el patriotismo y la camaradería, dos ideas que ya asoman en el campo de entrenamiento donde los reclutas se convertirán en soldados, al menos así nos lo da a entender Lewis Seiler. Pero ¿qué es ser soldado? ¿Un prescindible que acata y ejecuta órdenes sin plantearse el porqué obedece? Para los protagonistas no hay duda posible, la guerra de liberación de Europa les legitima el matar y el morir, incluso les alienta a ambos extremos. Matar y morir por lo que afirman causas justas no deja de ser parte del mismo engaño, que se disfraza de heroicidad. Y ese heroísmo es lo que se expone, el lado visible de la contienda, en el que asoman héroes y en el que se produce la maduración del bisoño teniente interpretado por John Agar, cuyas vivencias, en relación con su superior y su pelotón, marcan y lastran el ritmo de la película …

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