Releyendo estas páginas de Rincones sin esquinas, uniéndolas en el tiempo, me vino una idea de poesía, pues tres grandes poetas gallegos asoman por ellas. Entonces, pensando en algunos de sus poemas reflexiono que el uso de recursos literarios no hace al poeta ni hace que sus versos sean poesía. Son los inasibles; ahí, donde no se puede teorizar, se encuentra el origen de la lírica, del arte, de la búsqueda y del pensamiento humano que va más allá del pensamiento racional, el que no puede racionalizar ni explicar amor, odio, dolor, gozo, perdón, frustración, envidia, generosidad, miedo, ilusión… todo cuanto hace que la vida lo sea y que merezca la pena, a pesar de los momentos que nos llenan de tristeza. Esta solo es ocasional, a no ser que seas Fernando Pessoa y te digas soy triste. Entonces, si lo sientes así, que eres no que estás, puedes llegar a ser consciente de ti mismo, como el lisboeta lo era de sí, de sus mil nombres, de sus mil rostros. Llevamos las caras del mundo dentro. Blanco Amor escribió en La catedral y el niño que somos seres poliédricos; nada más veraz para definirnos, aunque no hable de cuáles son nuestras caras. Ahí tendría que sumergirse Rafael Argullol y señalarlos en su descenso a las profundidades del alma, en Visión desde el fondo del mar, cuáles son. Pero vuelvo a la superficie, para decir que la tristeza suele ser un estado intermitente, como pueda serlo la felicidad. Aparecen y desaparecen en nuestro caminar para volver en su ciclo terminable. A veces, las que nos saben mejor tardan en regresar, o quisiéramos que no se acabasen, en ocasiones sentimos que no volverán, pero solo es cuestión de espera, de esperanza y de desesperación. Todo regresa hasta que deja de hacerlo; así de simple y de complejo. Mas lo único que parece que siempre queda ahí, que nos acompaña día tras día, llueva o haga sol, es nuestra capacidad para dialogar con uno mismo y con cuanto nos rodea desde que asomamos por aquí. E inmediatamente después de establecerse el diálogo en nuestras vidas, llega la posibilidad de caer en el dogma e instalarse en él, en la férrea creencia de la que costará liberarse. Sé que existen no dialogantes, pero estos no tienen cabida en páginas como las que comparto en las dos fotografías. Por otra parte, que haya consenso en teorizar la literatura, la poesía, el arte, esto o aquello, e indicar qué y cómo valorar lo que corresponde a la intimidad, no me dice nada; incluso siento que, al establecer un canon que no me pertenece, sino que se me impone, me están robando lo poco que de libre hay en mí: mi capacidad de sentir, de emocionarme, de disentir y de entrar en conflicto, a partir del cual puedo construirme, destruirme y reconstruirme desde el primer amanecer hasta la última noche...
Hubo “artistas” cuya obra fue ensalzada y ya olvidada; mientras que otros que en su día fueron olvidados o denostados, hoy son ensalzados. ¿Qué significa ese vaivén o ese capricho? ¿Hay poesía en la distancia? En mi limitación, no me es dado a conocer más que mi emoción ante la creación de otros: no voy a negar que también la propia me emociona. Así, la poesía reside allí donde una forma conecte y emocione a uno de los rostros humanos que me habitan, tantos que dan forman a mi unidad, un todo y quizás una nada que a veces se resquebraja y que siempre se recompone por obra de un milagro que nadie logra explicar. La poesía no solo son versos; igual es una forma de ver la vida y como cualquier forma creativa y expresiva (la propia vida lo es, a la par que destructiva) tiene que emocionar para ser arte, pues el arte, más aún el que siento vivo y que acelera mis moléculas, se sitúa entre la obra y quien la interpreta. No hay arte sin espectador, me digo en alguna página de Rincones sin esquinas; tampoco existe la poesía sin ojos ni oídos que la sientan, me escucho decir mientras corrijo esta última línea. Una canción que no se escucha no llega a ser música; una escultura que permanece invisible no es más que una forma inexistente, ni siquiera un fantasma; un libro sin abrir, es un cuerpo muerto en el espacio. Nadie sabrá de ellas, nadie podrá sentirlas.
¿Donde está el arte, si falta la parte que conecta con el artista? El arte se gesta en la distancia entre el objeto creado por el artista y el sujeto que debe reaccionar ante él, que a su manera también es artista y creador de la idea final de lo que contempla. ¿Puede esa creación invitar a preguntarnos? Por supuesto, pero no en plan filosofía, que me parece un tema más complejo y al tiempo menos natural que un instante que une lo emocional y lo intelectual. Las canciones pueden parecer filosofía, la poesía, también, pero en ambos casos son vivencias personales de quien compone versos, son modos de ver y entender el mundo, el suyo; no sistemas filosóficos complejos. ¿El arte está vedado para el filósofo y la filosofía para el artista? No hay una respuesta clara, ni aún para un Platón que en ocasiones hacia poesía más que filosofía. Pero un poema escapa a la lógica, a lo racional, no busca una respuesta ni una teoría que la acompañe. Se expresa y en esas ideas que nos llegan ya sea en verso, en prosa o en un silencio se pueden encontrar verdades, en el sentimiento, en la emoción, en la comunión entre los versos y la interpretación que les damos, la que a algunos puede erizarnos el bello, generarnos la sensación de que un rayo cósmico recorre nuestro cuerpo en un segundo de vértigo o, si la comunión entre ambos extremos falla, dejarnos tal como estábamos, sin pena ni gloria…
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