jueves, 14 de septiembre de 2023

La clave de la cuestión (1962)

El racismo, la convivencia y la tolerancia son ejes de varias de las producciones más conocidas y prestigiosas de Stanley Kramer: Fugitivos (The Defiant Ones, 1958), Adivina quién viene esta noche (Guess Who’s Coming to Dinner, 1967) o La clave de la cuestión (Pressure Point, 1962), en la que cedió la dirección a Hubert Cornfield y se dedicó a labores de producción —aunque también intervino en la dirección de alguna escena—. La historia propuesta en esta última se inicia en un hospital donde se produce la charla del psiquiatra jefe (Sidney Poitier) y uno de sus psiquiatras (Peter Falk), a quien le cuenta su historia con un paciente que le arrastró al límite de su aguante y de su entrega profesional y emocional; pero resistió, como se verá a lo largo de su relato. Narra su experiencia porque su subordinado se niega a continuar las terapias con su paciente. Amenaza con dejar su puesto, si no le sustituye por otro colega, pues considera que el niño a quien trata le odia por ser blanco. Y convencido de su imposibilidad de acercarse al muchacho, siente que no puede ayudarle. Tras esa escena introductoria, La clave de la cuestión se traslada al pasado, de 1962 a una prisión en 1942. Allí se intercambian los roles: el paciente es blanco y el médico, negro, pero el conflicto racial sigue ahí y estalla cuando el joven Poitier debe tratar al preso interpretado por Bobby Darin, que da vida a un simpatizante nazi condenado a tres años de cárcel por sedición. La ideología del reo encuentra su base en el odio y el racismo; es enfermiza y violenta, aunque sus desvanecimientos y su insomnio los provoca una infancia complicada, sin amor. Las causas están relacionadas con su soledad, con la relación de sus progenitores y, sobre todo, con su padre, un hombre de quien nunca recibió la menor muestra de cariño, todo lo contrario. Cornfield lo muestra en escenas que representan el pensamiento del convicto, quien no duda que precisa la ayuda del psiquiatra de quien se carcajea en su primer encuentro, al descubrir que es negro, pero no tarda en descubrir que lo necesita; aunque no para cambiar de pensamiento, el cual ha arraigado de tal manera que lo expone como si fuese una verdad absoluta, quizá un credo. Lo que él pretende es que el doctor logre erradicarle los desvanecimientos y las pesadillas que le impiden conciliar el sueño.

En ese primer instante de risas descontroladas, ríe el supremacista blanco, el que no considera al médico alguien capaz, por el color de su piel, consideración que nace de su prejuicio racial y del odio que lo ha generado. Sus simpatías nazis y su odio a los judíos y a los negros nacen para culpar de su dolor, de su frustración y de su resentimiento a alguien. Esto se va descubriendo a medida que avanza el recuerdo que expone la relación entre ambos personajes, una relación tensa desde su inicio y que avanza en sesiones durante las cuales se descubre que el preso no es el único en la sala que se deja guiar por lo que siente; pues el doctor, ante el comportamiento de su nuevo paciente, siente un rechazo similar. Tiene miedo y teme dejar de ser objetivo u olvidar su profesionalidad. La clave de la cuestión aborda ese enfrentamiento entre dos personajes al límite, encerrados no solo en la cárcel donde comparten las sesiones y las discusiones, sino también en su prisión mental de prejuicios e intolerancia, que en el paciente es evidente, y en el miedo que dispara las emociones, algunas contenidas como las del profesional que siente como el resto de sus colegas, todos ellos blancos, le juzgan y dictan a favor del paciente. El caso clínico del primero encuentra explicación en las escenas del pasado anterior que Cornfield recrea dentro de la analepsis como si formasen parte de un sueño-pesadilla de la memoria. Ya así es, pero también pretende exponer el racismo arraigado como parte de un problema social. De ese modo, mediante el personaje de Darin, confrontado al psiquiatra y a su pasado, se profundiza en algunas de las causas del racismo y en la psicología del racista, no solo en el del condenado, sino en una parte de la sociedad estadounidense.



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