martes, 5 de septiembre de 2023

La pelirroja (1941)


Su carrera cinematográfica se inició en la primera mitad de la década de 1930, en papeles secundarios que fueron ganando importancia a medida que acumulaba películas en su currículum, llegando a ser la segunda actriz de magistrales producciones como Solo los ángeles tienen alas (Only Angels Have a Wins, Howard Hawks, 1939). Pero Rita Hayworth, que empezó acreditándose en la pantalla como Rita Cansino, se convirtió en mito en Gilda (Gilda, Charles Vidor, 1946). Ese personaje la transformó en icono popular y en fantasía de hombres como el presidiario de Cadena perpetua (The Shawshank Redeption, Frank Darabont, 1994), pero su año clave para alcanzar el estrellato fue 1941, en el que participó en cuatro films: La pelirroja (The Strawberry Blonde, Raoul Walsh, 1941), Affectionately Yours (Lloyd Bacon, 1941), Sangre y arena (Blood and Sand, Rouben Mamoulian, 1941) y Desde aquel beso (You’ll Never Get Rich, Sidney Lanfield, 1941), en la que ya aparece como actriz principal, compartiendo protagonismo con Fred Astaire. En las otras tres secundaba a actrices ya consagradas (Olivia de Havilland, Merle Oberon y Linda Darnell), ante las que no desmerecía e incluso llega a eclipsar cuando comparten pantalla. En La pelirroja, que es de la que ahora me interesa hablar, dio vida a Virginia Brush, la chica más admirada y solicitada del barrio. Todos los muchachos le silban al pasar, salvo Biff Grimes (James Cagney), que no se atreve porque está enamorado de ella; al menos eso cree, pues no la conoce hasta que Hugo Barnstead (Jack Carson) le propone que acuda a la doble cita a la que la pelirroja irá acompañada de su amiga Amy (Olivia de Havilland), cuya presentación en pantalla la muestra liberada y feminista, imagen que ella asume para escandalizar a su amiga y a otras mentes conservadoras como puedan ser las de Biff y Hugo.


La apariencia y las palabras de Amy chocan con la imagen que Biff, ingenuo chico de barrio que nunca rehuye las peleas, tiene de la mujer. En ese instante, para él, la mujer es la pelirroja encarnada por Hayworth, que participó en esta comedia de Raoul Walsh después de que Ann Sheridan rechazase el papel de Virginia, un personaje de suma importancia en la trama, como corrobora el título del film. De hecho resulta imprescindible en el devenir, ya pasado, pues la película se construye desde el recuerdo que permite comprender la relación de la pareja protagonista, la formada por Cagney y de Havilland, y la de estos con los personajes interpretados por Hayworth y Carson. Esta última relación es la que interesa en la segunda mitad del film, cuando ya son dos matrimonios opuestos. La primera pareja, sin apenas bienes materiales, son felices; mientras que la segunda, rodeada de lujo, vive en la infelicidad y sus días transcurren entre discusiones y reproches. Partiendo de un guion de los hermanos Epstein, Julius y Philip, que adaptaban la obra teatral de James Hagan, Walsh ofrece una lección de narrativa cinematográfica; su modo de narrar crea cine o, mejor dicho, la ilusión de imágenes en movimiento, de ritmo natural que nace del artificio. Así, empleando sus múltiples recursos cinematográficos, desarrolla La pelirroja cómica y sobre improbables tanto en el presente en el Biff recibe una llamada que, unida a la canción que suena en la casa vecina, le traslada al pasado que la película evoca y muestra para hablar del amor y el desamor, de la conquista de la felicidad de una pareja a priori destinada a lo contrario, pues tanto Biff como Amy parecen condenados a vivir de las sobras de Victoria y Hugo, quien ya desde el primer instante que asoma en la pantalla apunta que se trata de un embaucador “simpático” y sin escrúpulos…

No hay comentarios:

Publicar un comentario