La segunda película de Pierre Étaix, la realizó en colaboración de Jean-Claude Carrière, que sería el guionista habitual de Luis Buñuel en su última etapa, desde Diario de una doncella (Le journal d’une femme de chambre, 1964) hasta el último largometraje del aragonés, Ese oscuro objeto del deseo (1977), a lo largo de seis films. Galardonado con el Oscar y el Bafta en su categoría, también premiado en el Festival de Valladolid, El cortometraje Heureux anniversaire (1962) desborda comicidad; es visual, mímico, y asume alegremente influencias de Jacques Tati, de quien Étaix había sido ayudante en Mi tío (Mon Oncle, 1958). Feliz aniversario (Heureux anniversaire, 1962) se inicia con la cámara observando los movimientos de una mujer (Laurence Lignières) que prepara una mesa para celebrar su aniversario matrimonial. Es un instante que desvela ilusión y cariño, e intención de sorprender, pues ella guarda bajo una servilleta un regalo para su marido (Pierre Étaix), que supone a punto de llegar. Pero este se encuentra atrapado en la ciudad, en cuyo asfalto los automóviles colapsan el tráfico, provocando los consabidos problemas de aparcamiento, las multas por mal estacionamiento, los atascos o que un cliente de la barbería deba sacar su coche con la barba a medio hacer y la espuma cubriendo parte de su rostro, obligado a desaparcar y buscar un nuevo lugar donde aparcar su vehículo; lo cual le resulta una misión prácticamente imposible. Étaix y Carrière no se olvidan de la mujer, regresan a ella en dos secuencias que corroboran el paso del tiempo y su larga espera. Ante semejante tardanza, duda, tiene hambre, duda de nuevo y decide picar de uno de los platos, pero sin pretender desequilibrar el contenido. Que no se note, parece pensar, todavía esperanzada y esperando. En la siguiente escena en la que aparece, los platos están vacíos, la mesa revuelta y ella fumando y en proceso de dar buena cuenta de la botella de vino que sin duda terminará antes de que su marido regrese de la jungla de asfalto dominada por los automóviles y el tráfico, circulación colorista —en este film de Étaix y Carrière en blanco y negro— y ruidosa de la modernidad urbana a la que también Tati presta atención en varios largometrajes, por ejemplo en la parte final de Playtime (1967), y concede mayor protagonismo en Traffic (1971).
No hay comentarios:
Publicar un comentario